"Los estudiantes son hoy meros aprendices de profesionales"
Ramón Martín Mateo (1928, Valladolid) fue rector de la Universidad de Bilbao en los años setenta y participó, a partir de ella, en la gestación de la Universidad del País Vasco (UPV), que ha reconocido su aportación nombrándole doctor honoris causa. Ha sido también rector de la Universidad de Alicante, de la que actualmente es profesor emérito, y pionero en investigar cuestiones en estos momentos tan en boga como el urbanismo o el cambio climático.
Pregunta. ¿Cómo ha recibido el reconocimiento de la UPV?
Respuesta. La de doctor honoris causa es la mayor distinción que se puede recibir, y más valiosa teniendo en cuenta que ya no estoy en servicio. Es una iniciativa encantadora, conmovedora y generosa. La costumbre de la UPV de plantar un árbol en las ceremonias refleja su delicadeza hacia las cuestiones medioambientales. Me quedé impresionado por el talante del lehendakari Ibarretxe y por la sensibilidad de la comunidad vasca en general hacia el medio ambiente. No es corriente en el resto de España que el presidente de la comunidad acuda a un acto así.
"A los veinte toca ser valiente, tener convicciones políticas e incluso manifestarlas de manera aparatosa"
"Ahora que hay tantos medios, que el profesor repita lo que se puede encontrar en los libros es absurdo"
"Las universidades públicas no se pueden permitir tener 12 alumnos por titulación. Hay que poner un límite"
"En la sociedad falta el altruismo de trabajar por dejar un mundo mejor a las generaciones venideras"
P. ¿Cómo recuerda la Universidad de Bilbao de finales de los sesenta?
R. Era una universidad agradable, en la que no había tensiones, excepto por la actividad de la policía franquista. Medicina de Basurto y las ingenierías eran las carreras que más poder tenían.
P. ¿Cómo fue el proceso de intentar unificar las universidades en la UPV?
R. La tarea era convencer a los tres territorios de la conveniencia de tener una única universidad que descentralizase las titulaciones. Costó sobre todo persuadir a un grupo de intelectuales guipuzcoanos, herederos de la tradición de Azkoitia, que querían una universidad potente en Guipúzcoa. También era dificultoso difuminar las inversiones en varios centros, y el gran inconveniente era que los estudiantes se tuvieran que desplazar a otra provincia para estudiar. Hubo algún accidente de tráfico que provocó cierta resistencia.
P. ¿Y qué percepción tiene hoy de la UPV?
R. Es una universidad puntera, afincada y proyectada, que supera los estándares de calidad del Estado. Recibe mayor atención por parte del poder público que otras universidades cuyos gobernantes no tienen tanta sensibilidad, y también cuenta con un importante respaldo social.
P. ¿Qué añora de la universidad de los años setenta?
R. Lamento que los estudiantes no sean más políticos; ahora son meros aprendices de profesionales. A los veinte toca ser valiente y altruista, tener convicciones políticas e incluso manifestarlas de manera aparatosa, que es lo propio en un joven. La presión de los grises [la policía franquista] al menos estimulaba, los jóvenes se rebelaban.
P. ¿Qué opina de la convergencia europea del sistema universitario?
R. Su aplicación es inevitable porque lo impone la Unión Europea, por lo que hay que reformarse y adaptarse.
P. ¿Por qué siguen siendo las universidades estadounidenses las más punteras?
R. Al contrario que en España, utilizan métodos distintos a la lección magistral. Durante mi estancia en Berkeley, hace unos 30 años, me sorprendió que los profesores no se subían a la tribuna, sino que creaban grupos de trabajo que luego exponían sus conclusiones. Ahora que existen tantos medios al alcance, que el profesor repita lo que se puede encontrar en los libros es absurdo. Además, en Estados Unidos hay menos burocracia. No hay oposiciones, sino que el filtro son las publicaciones en revistas profesionales, las aportaciones teóricas del investigador. Quien publica en Science tiene garantizada una cátedra. También tenemos que mejorar la dimensión aplicada del conocimiento, ligándola más a la sociedad.
P. En España se debate la viabilidad de las carreras minoritarias.
R. Por una cuestión de recursos, las universidades públicas no se pueden permitir tener 12 alumnos por titulación. Para eso estarán las privadas. Hay que poner un límite, pero la solución no es la especialización, porque todos los padres no pueden mandar a estudiar fuera a sus hijos, y las universidades tienen que dar servicio a todos.
P. ¿Cómo ve la actual eclosión de títulos relacionados con el medio ambiente?
R. Es insuficiente. Tendría que ser una prioridad absoluta. Todo jurista ordinario tendría que saber mucho para protegerlo. No nos creemos que es una necesidad básica para la supervivencia del planeta. Se sigue considerando una disciplina científica más. En la sociedad falta el altruismo de trabajar por dejar un mundo mejor a las generaciones venideras, y la universidad no es una excepción.
P. ¿Después de una vida dedicada a la universidad, qué le mantiene en activo?
R. El medio ambiente es, sin duda, el campo que más me apasiona, aunque el libro que publicaré pronto, que se titula De Bruselas a Singapur, se centra en la globalización. Expongo que el modelo europeo se nos ha quedado pequeño y que ahora el futuro está en Asia. Me siento muy activo. Voy a diario a la universidad y hasta me desagrada que cierre por las fiestas regionales.
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