Gobernar al pairo
LOS DIEZ MESES que restan de legislatura no parecen ofrecer margen suficiente para que el Gobierno adopte grandes iniciativas políticas. Pero son demasiados meses para instalarse en un compás de espera. Con el mandato a punto de concluir, el PP cree haber acertado con la estrategia de mantener a sus votantes en estado de movilización permanente. El partido socialista, por su parte, comprueba que sus tres años de gestión no le han permitido consolidar una distancia de seguridad electoral respecto de la oposición. A diferencia de lo que sucede con los populares, los votantes socialistas se muestran desconcertados, a la espera de argumentos sustanciales, y no del permanente recordatorio de que puede vencer la derecha, para acudir convencidos a las urnas.
Los votantes socialistas están desconcertados, a la espera de argumentos sustanciales, y no del permanente recordatorio de que puede vencer la derecha, para votar convencidos
Las razones de esta inestable situación habría que buscarlas, seguramente, en el planteamiento general desde el que el Gobierno abordó la legislatura. Las medidas con mayor potencial movilizador, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, se adoptaron en los primeros momentos del mandato, con lo que sus efectos están en gran parte descontados. Además, durante mucho tiempo se puso el acento en iniciativas que, como la cuestión territorial o el final del terrorismo, relegaban al segundo plano los principales aciertos del Gobierno, como la marcha de la economía y la aprobación de leyes que, como la de dependencia, suponen una fecunda y original reformulación del Estado de bienestar. Con el agravante para el Gobierno de que la cuestión territorial ha producido el hartazgo de los ciudadanos y de que la lucha contra el terrorismo, tras el atentado de Barajas y la ruptura de la tregua, se percibe como un fracaso, cuando lo cierto es que la actividad criminal de ETA ha sido durante estos años la menor de su sangriento historial.
La tentación del Gobierno de resolver este último tramo de la legislatura en el terreno de la comunicación, y sólo en este terreno, puede no reportarle los resultados apetecidos. No es en los titulares de los periódicos ni en las tertulias radiofónicas donde el partido socialista puede asegurarse la victoria, entre otras cosas porque resulta un contrasentido que ahora adopte esta estrategia cuando, en un admirable ejercicio del poder democrático, ha puesto fin a las campañas de propaganda institucional y ha limitado el intervencionismo del Ejecutivo en la televisión pública. Los votantes de la izquierda no están a la espera de ninguna enérgica campaña de propaganda que se imponga a la de los populares, que sólo se dirige a convencer a los previamente convencidos, sino de una explicación política de las decisiones más controvertidas que se han adoptado esta legislatura y de una formulación, también política, de nuevos objetivos.
No se trata de insistir en las apelaciones a la España plural, sino de explicar de manera comprensible el modelo territorial al que se ha llegado después de las reformas estatutarias. Y por lo que se refiere a la política antiterrorista, no parece razonable encastillarse en el mutismo, no sobre los detalles, sino sobre el sentido del llamado proceso de paz, que lo único que hace es abandonar ese terreno a las revelaciones escandalosas, sea por parte de los medios afines a la oposición o por parte de Gara.
No es éste el momento de gobernar al pairo y de arrojar sobre los medios de comunicación la tarea de decir que se avanza a grandes zancadas. Al cumplirse treinta años de las primeras elecciones democráticas, la inmensa mayoría de los ciudadanos está de acuerdo en apreciar lo mucho que ha mejorado el país. Pero al mismo tiempo ha decidido expresar su desencanto con algunos fenómenos como la corrupción, según se ha podido apreciar en la abstención en las elecciones municipales.
¿No existiría ahí, lo mismo que en otros terrenos, un amplio campo de iniciativa política para un partido que necesita movilizar a sus electores en los próximos diez meses?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.