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Columna
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Clooney en Como

Enfatizo lo obvio, aunque en este caso lo obvio sea tan obvio que casi nadie se decida a decirlo: la mayoría absoluta de la población está a favor del modelo vigente de urbanismo, por muchas condenas que pronuncie solemnemente el Parlamento Europeo, opuesto en Bruselas "a los macroproyectos de urbanización" en Andalucía, Madrid y Valencia, según informaba el viernes en este periódico R. M. de Rituerto. Se trata, como es lógico, de una resolución no vinculante, porque si fuera vinculante no la hubieran propuesto, entre otros, los socialistas, ni siquiera la izquierda unitaria, dedicados con devoción a la construcción de los municipios andaluces donde gobiernan. El PP no votó la proposición: alega que los ciudadanos apoyan con mayoría absoluta a los políticos que impulsan el urbanismo voraz.

Los fondos europeos, la construcción y el trabajo han revitalizado y enriquecido el país estos años. Han cambiado la vida: casas, bares, mercados, comercios y negocios. Casi todo ha venido de las obras, incluido el negocio municipal de las recalificaciones, las licencias para edificar, la privatización de suelo. En Bruselas hablan del litoral mediterráneo, pero la onda llega al interior. En Alhaurín el Grande, provincia de Málaga, sobre la Sierra de Mijas, un juzgado de instrucción investiga una trama de constructores y políticos municipales, un caso múltiple de cohecho y prevaricación. Ante estas cosas uno desea, por el bien de la salud pública, que se cumplan los deseos del alcalde de Alhaurín, del PP, elegido por mayoría absoluta e implicado en el asunto: "Somos inocentes, somos gente honrada, y lo iremos demostrando poco a poco".

Fernando J. Pérez, en estupenda crónica, desentrañaba el otro día en estas páginas cómo funciona una ciudad de la provincia andaluza. Un empresario de Alhaurín el Grande, poco afecto al alcalde, explicaba que la plantilla del Ayuntamiento ha sido fundamental para la subsistencia local, mientras florecía la construcción, los agricultores convertían sus huertas heredadas en obras y dinero, y la diversión crecía mediante la subvención pública de las hermandades, es decir, de las asociaciones recreativas y las fiestas. No sé si cualquier habitante de cualquier pueblo andaluz no identifica inmediatamente el modelo como propio, familiar, del mismo municipio donde él vive. Una votante del alcalde de Alhaurín lo resume así: "El alcalde ha hecho mucho por el pueblo".

Es un modelo de vida que cuenta con la simpatía mayoritaria. Quien lo pone en duda recibe la etiqueta de insensato. Quienes lo apoyan, a pesar de que el número de viviendas construidas aumenta prodigiosamente, no tienen vivienda propia, pero participan en el flujo monetario y laboral. Oponerse al levantamiento de bloques, urbanizaciones o campos de golf parece a la mayoría algo maniáticamente estético, decorativo y absurdo: algo tan estrambótico como esas familias ecologistas poseedoras de cuatro coches, o los militantes contra las antenas de telefonía móvil que se movilizan a través de mensajes con el móvil, o los jerarcas políticos que sermonean a propósito de las emisiones venenosas de humo después de apearse de una caravana de megacoches para gángsteres exhibicionistas.

George Clooney, actor, con reputación de izquierdista, tiene una casa a orillas del lago de Como, muy lejos de aquí y de Hollywood, en Làglio, pueblo de 900 habitantes, donde el alcalde, para atraer turistas, quiere construir un paseo marítimo, según cuenta Mabel Galaz. Ante los proyectos municipales de desarrollo turístico, Clooney amenaza: venderá su casa, desde donde se asomaría al paseo. Se irá de Como, en la Lombardía, tierra de lagos y colinas y vegetación aún superviviente, paraíso para los viajeros románticos del siglo XIX. Un movimiento de 400 vecinos lo respalda. Clooney preserva para los ojos de todos su paraíso privado, mientras otros socializan, por decirlo así, paraísos perdidos, arruinándolos para siempre para que muchos prosperen un tiempo. A simple vista, parece esto: gente con casas espléndidas se opone a la construcción de más casas, de la misma manera que algunos que siempre han disfrutado del aire acondicionado avisan ahora de que la proliferación de acondicionadores de aire acabará con la humanidad.

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