Sarkozy quiere que su nuevo Gobierno "refleje la diversidad de Francia"
El presidente francés presenta una batería de reformas económicas para crecer y reducir el déficit
La agenda de ayer del presidente francés, Nicolas Sarkozy, no cabría en la de una semana de su predecesor. Recibió a los principales dirigentes de las formaciones políticas francesas, incluido el ultraderechista Jean-Marie Le Pen; preparó el Consejo Europeo de hoy en Bruselas y advirtió de sus intenciones, especialmente respecto al papel del Banco Central Europeo; presidió el primer Consejo de Ministros de su nuevo Gobierno; adoctrinó a los diputados de su partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), y aún tuvo tiempo para una entrevista en el informativo de la noche de la cadena TF1.
En televisión explicó que la idea que le guió para confeccionar -junto al primer ministro, François Fillon- el Gobierno en el que figuran desde personalidades de la izquierda hasta representantes de las minorías étnicas y culturales, era simplemente la de confeccionar un Gabinete "que refleje la diversidad de Francia; que acerque la realidad de la calle a la del Estado". "Espero que los franceses estén orgullosos de este Gobierno, que puede sorprender, porque no se parece a ningún otro", afirmó.
Incisivo, dialéctico, siempre dispuesto a poner ejemplos, con una gestualidad agitada y cómplice, con el fondo de dorados y cortinajes de su despacho del Elíseo, Sarkozy estrenó su imagen presidencial ante los franceses. No rehuyó ninguna pregunta, ni siquiera sobre la recuperación de la izquierda el domingo: "Una reacción sana de los franceses" para conservar la esencia de la democracia, dijo.
Ya por la mañana empezó rompiendo todos los moldes de sus predecesores. Su intervención ante los parlamentarios de la UMP fue, en realidad, el discurso de política general que, en la tradición de la V República, le corresponde hacer al primer ministro en la Asamblea Nacional. Y como si lamentara no haber asumido el liderazgo de sus tropas en la segunda vuelta de las legislativas, Sarkozy volvió sobre los temas centrales de su programa y defendió el polémico asunto del aumento del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) que tan caro le costó a la derecha en las elecciones parlamentarias del domingo.
También avisó a los socios europeos sobre lo que hoy encontrarán en Bruselas. "Serán dos días muy difíciles en los que se trata, ni más ni menos, de sacar a Europa del inmovilismo", dijo. Y no escondió los aspectos más polémicos de su proyecto europeo: la implantación de un grado de proteccionismo y la intervención de los Estados en la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). Anunció que acudirá al próximo consejo de ministros de Finanzas, acompañando a la titular de Economía francesa, Christine Lagarde, para explicar su estrategia. "No podemos ser la única zona del mundo en la que la moneda no se pone al servicio del crecimiento, mientras que los chinos, los japoneses, los ingleses y los estadounidenses lo hacen", dijo.
Proteger la agricultura
"La preferencia comunitaria no es una palabrota, Europa está hecha para proteger y no para inquietar", añadió. No olvidó la política agraria común, en juego en estos momentos en las negociaciones en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). "Estamos decididos a preservar la independencia alimentaria de Europa salvando la agricultura francesa", señaló.
La parte central de su discurso, sin embargo, se centró sobre la cuestión del poder adquisitivo. A su primer ministro, François Fillon, le dijo: "Aumentar el poder adquisitivo sin aumentar el coste del trabajo. Éste es el reto". Para empezar a andar en este camino, el primer Consejo de Ministros del recién estrenado Gobierno, aprobó el proyecto de ley emblemáticamente bautizado como "en favor del trabajo, el empleo y el poder adquisitivo", que debe ser aprobado por vía parlamentaria en la sesión extraordinaria de este verano.
El texto recoge la mayor parte de las promesas electorales de Sarkozy, empezando por la supresión de los impuestos sobre las horas extraordinarias, lo que supone el primer golpe serio a la semana laboral de 35 horas aprobada por el Gobierno socialista de Lionel Jospin (1997-2002). La ley establece una serie de incentivos fiscales, empezando por el llamado "techo impositivo", consistente en que lo máximo que el Estado puede recaudar a un ciudadano es el 50% de todos sus ingresos, frente al 60% actual; la posibilidad de desgravar hasta el 20% de los intereses del préstamo hipotecario para la compra de la residencia principal o la supresión de los impuestos de sucesión para el viudo o viuda o pareja superviviente. Estos "regalos fiscales" no le impedirán alcanzar, en cinco años, el equilibrio presupuestario y reducir el peso de la deuda al 60% del PIB, aseguró.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.