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El anti-Günter Grass

JOACHIM FEST murió el pasado septiembre,

un par de meses antes de cumplir los 80 años, con la satisfacción de que todavía tuvo tiempo para escribir el libro Yo no, sus memorias

sobre sus experiencias con el tema que le acompañó toda su vida: el nazismo. Sin duda, Fest está ubicado en las filas del conservadurismo, de la derecha civilizada, pero con

un componente de liberalidad que puso de

manifiesto cuando, como editor al frente de las páginas de cultura del gran diario alemán Frankfurter Allgemeine, dio cabida a muchos colaboradores de orientación progresista.

Las memorias de Fest dan testimonio de una familia de clase media alemana católica

y opuesta al nazismo. Su padre padeció muy pronto las consecuencias. Los nazis le prohibieron ejercer la profesión e incluso dar clases particulares, y la familia con cinco hijos pasó graves penurias económicas. El lema del

padre, que transmitió a sus hijos, fue: "Aunque todos lo hagan, yo no", y siempre calificó

a Hitler de criminal que llevaría a Alemania

al desastre. Esto marcó para siempre a su hijo. Casi coetáneo del premio Nobel Günter Grass, los dos publicaron sus memorias de forma casi simultánea. Las de Fest pueden considerarse el anti-Grass, ya que el premio Nobel

reconoce, de pasada y en forma vergonzante, su pasado en las siniestras SS hitlerianas.

Todavía tuvo tiempo Fest para, antes de morirse, poner de vuelta y media a Grass, del que dijo: "Yo no le compraría un coche de segunda mano". Para Fest, Grass constituye un enigma inexplicable, y no entendía "cómo puede alguien durante 60 años erguirse sobre la mala conciencia de la nación precisamente en cuestiones

de nazismo cuando él mismo estaba implicado hasta el fondo. No sé cómo pudo representar ese papel durante tanto tiempo". Sostenía Fest: "Grass se las dio durante décadas de ser la instancia moral, y excomulgaba a otros de su generación, a pesar de que él, tal vez de forma involuntaria, estaba más hundido en la ciénaga nazi que otros a los que criticaba. Eso no se hace".

Grass replicó que Fest carecía de legitimidad para criticarle porque había sido culpable de blanquear la biografía de Albert Speer,

el arquitecto y ministro de Armamento de

Hitler. No le falta razón en esto a Grass. Speer se libró de la horca en el proceso de Núremberg gracias a que se presentó como el nazi tecnócrata arrepentido e inocente que había caído seducido por Hitler y no supo nada del Holocausto. Al salir de la cárcel, Fest ayudó

a Speer a escribir sus memorias y también

se dejó engatusar. Después, Fest escribió una biografía de Speer en la que no investigaba que estuvo implicado en la utilización de trabajadores sacados de los campos de exterminio y en la deportación de judíos. Poco antes

de morir, Fest reconoció: "Speer me engañó".

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