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El conflicto de Oriente Próximo

Las discrepancias asoman tras la victoria

Los pragmáticos de Hamás piden unidad, pero las milicias saquean símbolos de Al Fatah

Hay diferentes maneras de saborear y digerir una victoria militar. El Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), tan unido y disciplinado en su exitosa ofensiva contra la infraestructura de su enemigo interno, evidenció ayer que al menos en las formas exhibe discrepancias. Mientras los milicianos del brazo armado saqueaban las simbólicas sedes de poder del humillado Al Fatah, su ala más pragmática, la que gobierna "sólo" en la franja de Gaza, pedía calma y unidad.

Tras cinco días de combates, 116 muertos y un cambio total de paisaje, los palestinos en Gaza gozaron ayer de la primera jornada de tranquilidad, interrumpida sólo por los disparos al aire de los islamistas que festejaban la victoria y la huida de "los agentes de Estados Unidos e Israel". Ayer era una jornada importante para Hamás, ya que deseaba demostrar que, al margen de la superioridad con las armas, posee el apoyo mayoritario de la calle.

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En la posiblemente primera orden que acata del primer ministro Haniya, el brazo armado de Hamás anunció "una amnistía" y liberó a decenas de militantes de Al Fatah, incluyendo los 10 máximos responsables de los cuerpos de seguridad fieles al presidente Mahmud Abbas. El debilitado líder tuvo que ver desde Ramala cómo dos encapuchados armados hasta los dientes se sentaban, en tono chulesco y desafiante, en el sillón presidencial y encima de la mesa del despacho de Al Muntada, el complejo del rais. En otra dependencia oficial en Rafah pisotearon y escupieron las fotografías de Abbas.

Antes, decenas de milicianos de Hamás registraron y, en algunos casos, saquearon casas y oficinas de dirigentes de Al Fatah. Haniya, que no levantó la voz durante la ofensiva militar, reaccionó ayer para condenar los saqueos: "Restauraré la seguridad de los habitantes y exijo que se pongan fin a los saqueos".

Dependencia del exterior

La misión de Haniya -jefe de un Gobierno oficialmente disuelto- se antoja imposible: gobernar en solitario una empobrecida zona que depende aún en gran medida de Israel y la comunidad internacional, contrarias desde el principio a dialogar con Hamás y al que ahora no perdonarán haber doblegado a su favorito y único interlocutor, Abbas. "Al menos ahora hay un solo poder y ya no tienen excusas. La gente sabe a quien dirigirse y la culpa ya no se puede repartir como antes", decía ayer desde Ramala el ex ministro palestino Sufian Abu Zaide. Hamás lo sabe y por eso no quemará los pocos puentes tendidos con Al Fatah.

Mientras en Ramala los políticos se rasgaban las vestiduras, miles de seguidores de Hamás salieron a las calles de Gaza para festejar lo que algunos definen como "el fin de la era del pecado y la secularización de Al Fatah". Cerca de la casa de Haniya, situada en el campo de refugiados de Shati, una manifestación contra Abbas. "¿Qué derecho tiene ese hombre en ir contra la ley del Corán?", se preguntaba Ibrahim. "Ya no tiene legitimidad, ahora es nuestra", decía una de las miles de mujeres convocadas ayer por el movimiento islamista, amo y señor de la franja.

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