Primer Rossini en el Festival Mozart

En el Palacio de la Ópera de A Coruña tuvo lugar el jueves 14 el primero de los tres conciertos que, dirigidos por Alberto Zedda, dedica este año a G. Rossini el Festival Mozart. El fuerte aplauso que recibió a los solistas creció sobremanera al subir al podio el maestro. Su inusitada prolongación le obligó, con solistas, coro y orquesta a recibirlo durante unos largos y emotivos momentos.

Quien está frente al público en un escenario conoce muy bien el lenguaje de su auditorio a través de sus distintos tipos de aplauso y silencio. En algunos pocos conciertos hay un momento muy especial, ése en el que el silencio se espesa y la comunicación entre escenario y platea surge como corriente imparable. Los ojos de Zedda, que chispean entusiasta energía, suelen actuar como interruptor que cierra el círculo de la comunicación entre él, sus artistas y su público, pues de todos se apodera este indomable joven de casi 80 años, desde el momento mismo de salir a escena hasta la última nota de la partitura.

Dirigió el Stabat Mater rossiniano sin partitura y el milanés dictó su primera lección de este festival con su gesto detallista y nervioso. No perdona una entrada, lo domina todo; y expresa y regula de tal modo, que con él tendríamos que hablar de micronización más que de matización. Y estos aspectos, que tantos querrían para sí, es sólo técnica y oficio que Zedda deja atrás para ponerlos al servicio de la música. Porque sólo así puede extraerse todo el pathos que encierra esta obra maestra de Rossini, una de las más queridas por su autor. El Coro de Cámara de Praga demostró su excelente timbre y gran ductilidad. La Sinfónica estuvo a la altura que sólo un maestro como Zedda la puede subir: empaste, canto y plasticidad sonora al máximo.

Despliegue del coro

En la introducción, el timbre de la cuerda y la precisión de los pizziacattos precedieron al despliegue del coro y el cuarteto solista. Fue la primera manifestación de un perfecto equilibrio sonoro de todo el conjunto sinfónico-coral. El aria Cujus animam gementem... sirvió para que Josep Bros hiciera gala de una colocación y timbre muy rossinianos, con muy notables regulación dinámica y proyección.

El dúo Qui est homo... fue una manifestación del excelente concertista que es Zedda. Anna C. Antonacci y Daniela Barcellona sonaron como si fueran una sola. El uso de los resonadores faciales de Antonacci recordó por momentos a nuestro llorado Kraus.

Barcellona ya ha tenido en A Coruña enormes actuaciones. La del jueves fue una de esas en interpretación: su cavatina Fac ut portem... puso los pelos de punta. Michele Pertusi es también un buen barítono rossiniano, con una voz de timbre redondo en medios y agudos, pero algo estrecho por abajo. Su interpretación, a la gran altura de la compañía.