"Hasta mi estilo al cantar en alemán es italiano"

Las primeras palabras en público del tenor canadiense Ben Heppner (Murrayville, 1956) al llegar ayer a Bilbao fueron para pedir, con buen humor, disculpas por haber llegado tarde. El retraso del cantante ha durado seis meses, exactamente desde que el pasado diciembre se viese obligado a cancelar un recital organizado por la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO) en el Palacio Euskalduna por problemas físicos. Peor fue en Madrid, donde tuvo que suspender su actuación en el Teatro Real a mitad del recital y no ha podido cumplir su promesa de regresar para ofrecer el programa completo por falta de huecos en su agenda. Heppner cree que el público entiende estas situaciones si, como él hizo en Madrid, el cantante da la cara, sale al escenario y explica a la audiencia que aguarda en sus butacas que no puede continuar, lo opuesto de las famosas espantadas de otros divos de la ópera.

"Wagner es exigente de otra manera, diferente a la ópera alemana y francesa"

Alto y grueso, Heppner es un gigante con voz de trueno que desde hace más de 30 años desarrolla una carrera de lenta y constante ascensión. Recorre los escenarios con el prestigio de estar entre los mejores tenores dramáticos y haber alcanzado el título de "mejor Tristán del milenio" por su interpretación del heróico protagonista de Tristán e Isolda, de Richard Wagner.

En su concierto en Bilbao (mañana en el Palacio Euskalduna; 20.00), tras dos piezas de Weber, cuatro arias de Wagner (de Lohengrin, El holandés errante y La walkiria) serán el plato fuerte de la primera parte del programa. La segunda se dedicará a la ópera italiana (Giordano y Puccini) y francesa (Massenet).

Si a Heppner le dejasen elegir, cambiaría el orden para ofrecer en la segunda parte de su actuación, con la voz ya preparada, las obras de Wagner, con las que ha ganado tantos aplausos por interpretarlas con un toque de estilo italiano. "La ópera italiana y francesa exige más calor; Wagner es exigente de otra manera. El sonido es distinto; la ópera alemana requiere una voz más densa, mayor intensidad", explica. Para hacer los dos tipos de ópera más bellos, se muestra partidario de acercar ambos estilos y enriquecerlos con lo mejor de cada uno. "Hasta mi estilo al cantar en alemán es italiano, porque yo procuro aportar la expresividad sin forzar la voz". Heppner señala que, en definitiva, tratará de establecer canales de "comunicación" entre los dos tramos del concierto, entre llegar al público con la parte "más pasional" de la ópera italiana y tocarle la parte más intelectual con la elevada música de Wagner.

Heppner defiende que un concierto somete al cantante a un esfuerzo mayor que la interpretación de una ópera. "El concierto obliga a centrarte en los puntos álgidos de las arias y acabas cantando más tiempo que en algunos papeles de ópera" , dice. ¿Y cuánto esfuerzo se lleva la construcción del personaje con el lenguaje del cuerpo? Al tenor le cuesta responder, pero al final confiesa que su cuerpo depende de su garganta: "Confío en mi voz. Cuando está en buenas condiciones sé que puedo interpretar".