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Columna
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Antes y después en Basilea

Que la Feria de Basilea es la real feria mundial de arte contemporáneo resulta algo incontestable e incontestado desde hace mucho tiempo. Tiene todo lo que hay que tener por lo que no necesita nada: ni políticos, ni mecenas, ni la mezcla de ambos. Estimula con lo que es: el mercado de arte más selecto y completo existente al que acuden los compradores de todos los países, incluido el nuestro. En este sentido, la edición actual no es ninguna sorpresa, con sus 303 galerías, que, pagando todas sus altísimas tasas, son las mejores de cada país. Están, pues, las mejores galerías, pero también los mejores marchantes, los mejores y más potentes coleccionistas, los más renombrados directores de museos, los críticos, etcétera. Claro, y, por tanto, las mejores obras disponibles, que, desde por lo menos la década de 1980, se dan a conocer allí antes que en Kassel o Venecia. Es ocioso destacar al respecto nada más en particular, no sólo porque en una feria resulta absurdo hacerlo, sino porque, cuando es excelente, son centenares las referencias sueltas puntuales. De todas formas, hay un ejemplo que nos puede servir de ilustración: en la galería Helly Nahmad, de Londres, se exhiben 25 cuadros extraordinarios del último Picasso, lo que desearía poder hacer más de un museo de cierto fuste.

Lo más reseñable, en todo caso, dado que nos hallamos en un momento de transición, es que Sam Keller, el actual director, deja el puesto para ocuparse a continuación de la Fundación Beyeler. Es un dato importante porque Keller ha llevado Basilea hasta su punto más alto, tanto en lo que se refiere a la gestión de su histórica sede como por la creación de la nueva en Miami, haciendo de esta manera que el ya casi absoluto poder de esta feria suiza se enseñoree a ambos lados del Atlántico, con lo que con este cambio de responsable se ha creado un punto crítico que, sea cual sea el futuro, establecerá un antes y un después. Otro dato reseñable es la exorbitante elevación de los precios del arte, que crecen y crecen seguramente por la incorporación de nuevos coleccionistas del floreciente mercado asiático.

Pero Basilea tiene muchos otros puntos de atención artísticos, sin olvidarnos de la colectiva ferial Art-Unlimited, cuya selección de artistas emergentes es tan potente que puede competir con la de cualquier certamen oficial. Pero, al margen de la feria, resulta imprescindible visitar la Fundación Beyeler, donde ahora se exhibe la más importante retrospectiva jamás realizada del artista Edvar Munch; en el edificio Schaulager otra retrospectiva, en este caso, sobre la obra que el estadounidense Robert Gober realizó entre 1976 y 2007, que lo confirma como uno de los mejores artistas vivos; en el Kunstmuseum de Basilea destacan las muestras tituladas Jasper Johns. Una alegoría de la pintura, 1955-1965, y Brice Marden. Obras sobre papel, cualquiera de las dos merecedoras de una esmerada atención.

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