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Nubes y leyendas

Cada año parece lo mismo, pero siempre hay alguna diferencia, algún matiz, un detalle que hace del Sónar una espoleta de estímulos visuales y sonoros. Este año, el Centro de Cultura Contemporánea y el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona -sedes diurnas del festival- no estaban tan llenos como en otras ediciones: a las seis de la tarde de ayer los habían ocupado 6.800 personas cuando el aforo máximo es de 13.800 personas; esto ha permitido disfrutar sin apretujones del ambiente. En cuanto al resto de los aforos, para la jornada diurna del sábado ya no quedan entradas y sólo restan por vender 100 abonos.

Como es la tónica del festival diurno, abundaron las sorpresas. FM3 al manipular durante el concierto sus Buda Machines, especie de grabadora que almacena secuencias sonoras. En el campo opuesto, la japonesa Piana ponía voz, violín y bases pregrabadas a una música que parecía evocar la ingravidez de las nubes. Cantaba en japonés, pero de puro etérea que resultaba sólo podía hablar de nubes. O de rubor nipón. Por su parte, en un concierto lastrado por problemas de sonido, Night Of Brain sacudieron los cimientos del SonarDome con su rock y punk de sustrato electrónico, que combinó guitarras, bajo, batería y teclados con un mando de consola Wii utilizado como instrumento. Parecía una maraca del mañana mismo. En fin, mucha música entre la que un italiano paseaba orgulloso una camiseta con dos flechas: una apuntaba arriba y decía "hombre", la otra hacia abajo e indicaba "leyenda". El Sónar, sin ir más lejos.

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