Portugal teme que la crisis kosovar empañe su presidencia de la UE
Lisboa pretende albergar una cumbre con Brasil y otra con África
Portugal asume el próximo 1 de julio su tercera presidencia de la Unión Europea entre la esperanza y el recelo. Por una parte, hay grandes expectativas de que el nuevo Tratado de la Unión pueda firmarse en Lisboa, aunque el país no llegó a ratificar la Constitución; por la otra, se respira el temor a que la delicada situación de Kosovo se convierta en tragedia y determine por completo el balance del semestre.
El Gobierno socialista de José Sócrates se ha fijado como sus cuatro grandes prioridades ultimar el nuevo Tratado europeo, avanzar en las políticas de innovación, empleo y ambiente dentro de la Estrategia de Lisboa, fortalecer la emigración legal y la seguridad común en el Mediterráneo y alcanzar acuerdos estratégicos con Brasil y África. Pero su diplomacia sabe que los conflictos en curso pueden condicionar el éxito de la empresa.
Sin perder de vista Afganistán, Irak, Turquía, Darfur y Zimbabue, el problema externo que más preocupa en este momento es Kosovo. La tensión en los Balcanes es creciente, y tras la visita de George Bush a Albania y su llamada a una rápida independencia de la provincia serbia de mayoría albanesa, la impresión es que las próximas semanas serán cruciales para Kosovo, una parte de Serbia administrada por la ONU desde el fin del conflicto de 1999.
Portugal, que mantiene una fluida comunicación con la Administración estadounidense, considera "difícil" que el estatuto futuro de la provincia, basado en el plan que presentó en febrero el finlandés Martti Ahtisaari, pueda atrasarse más allá de los seis meses de su presidencia. Su esperanza es que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una resolución "clara y multilateral" que estabilice la región.
Independencia vigilada
El plan que apoya EE UU y rechazan Serbia y Rusia prevé una "independencia vigilada" durante un periodo transitorio, con fuerzas de la OTAN sobre el terreno y una misión de la UE sustituyendo a la de la ONU. La diplomacia lusa cree que la visita del presidente ruso, Vladímir Putin, a Washington, el 2 de julio será clave para evitar el anunciado veto ruso a ese plan. Si eso no pasara, Lisboa cree que Kosovo viviría el "peor escenario posible": misión policial, plan humanitario, refugiados internos...
Ese "fardo demasiado pesado" desluciría sin duda una presidencia europea a la que Portugal va a tratar de poner su sello con una doble apuesta que señala a su tradición cultural y mira al futuro: Brasil y África. Lisboa acogerá una cumbre con Brasil el 4 de julio, y la reunión UE-África el 8 y 9 de diciembre.
Aunque nadie lanza las campanas al vuelo, y fuentes gubernamentales prefieren casi ni pensarlo, las esperanzas de que en el próximo Consejo Europeo (21 y 22 de este mes en Bruselas) se alcance un acuerdo sobre el nuevo Tratado dejarían pequeño todo lo anterior. Si Polonia y el Reino Unido dieran sus brazos a torcer, el Gobierno luso podría convocar la Conferencia Intergubernamental ya en julio, con la idea de cerrar el texto en octubre. La ilusión por rematar el Tratado de Lisboa hará que Portugal dedique a esa tarea el 200%. Como dice António Vitorino, miembro del comité de sabios que elabora el nuevo texto, "si el Consejo va bien, tendremos que cancelar las vacaciones".
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