_
_
_
_
Reportaje:

El campeón de la sonrisa irónica

Ramón Díaz, que estuvo cuatro años sin entrenar tras ganarlo todo con River, lleva a San Lorenzo a la conquista del Torneo Clausura argentino

Ramón Díaz celebra con la afición y sus jugadores la conquista del Torneo Clausura.
Ramón Díaz celebra con la afición y sus jugadores la conquista del Torneo Clausura.EFE

El hombre tiene como marca registrada un rictus entre pícaro e irónico y una mirada tan aguda y vivaz como su mente. El hombre tiene un aire simpático y comprador, una imagen que responde al retrato robot porteño, más allá de que su origen esté a 1.150 kilómetros de Buenos Aires. El hombre es, se siente y se vende ganador, aunque se le discutan los méritos y los conocimientos, aunque se acuda al manido argumento de la fortuna y la buena estrella para explicar sus éxitos. El hombre, supersticioso, orgulloso, divertido y mediático, mira de soslayo, dibuja la sonrisa de medio lado, se encoge de hombros, remite a los demás a mirar su currículo, suelta el socarrón "¡je!" con que suele cerrar sus frases y suspira feliz.

Es, se siente y se vende ganador aunque se le discutan los méritos y los conocimientos

El hombre es Ramón Ángel Díaz (La Rioja, Argentina; 1959), el atípico entrenador e indiscutible estrella del San Lorenzo de Almagro que el domingo rompió una sequía de seis años y se consagró campeón del torneo Clausura argentino.

"Me siento parte de todo esto, pero el mérito es de ellos [sus jugadores], que supieron entender muy rápido el mensaje", dice, con una modestia que no se le conocía hace un lustro, el periodo que pasó en las listas del paro después de coleccionar títulos en el River Plate, su club de toda la vida, exactamente siete, entre 1996 y 2002.

El festejo por el Clausura de aquel 2002 marcó el fin de su ciclo en el equipo de la banda roja, donde El Pelado, apodo que le acompaña desde que rompía redes rivales en los 80 y 90, ya sea en River, Italia (Nápoles, Avellino, Fiorentina e Inter), Francia (Mónaco) o Japón (Yokohama Marinos), encendía discusiones casi a diario. Sus detractores le acusaron sucesivamente de ser un títere de los capos del vestuario, de ignorarlo todo sobre cuestiones tácticas, de no tener mano izquierda con los futbolistas, de soberbio; contaban anécdotas acerca de su desconocimiento de los rivales, se mofaban de él en los programas cómicos. Sus defensores destacaban la libertad que otorgaba a sus hombres, su inquebrantable vocación ofensiva, y exponían los títulos obtenidos.

Hasta que Ramón Díaz, cuyas desavenencias con Diego Maradona le privaron de una mayor presencia en la selección argentina, se cansó, discutió con los dirigentes de River y se fue. Durante casi cinco años sólo se supo de él que pasó seis meses como mánager en el Oxford Athletic, de las divisiones menores inglesas, y que perfeccionó su afición a la caza.

Quienes le conocen dicen que se pasó todo ese tiempo espe-rando que fueran a buscarle de River. Pero a finales de 2006 fue el San Lorenzo el que golpeó a su puerta. No era un desafío sencillo. Le ofrecían una plantilla quebrada anímicamente, que venía de sufrir goleadas humillantes (1-7 con Boca y 0-5 con River) y de acabar 11º en el Apertura, y sin posibilidades de hacer fichajes de relumbrón. Contra todo pronóstico, aceptó. Y volvió. Y ganó.

Lo hizo, además, demostrando que el tiempo le sirvió para madurar. El actual Pelado campeón tiene poco que ver con el de hace cinco años. Su relación con la plantilla es perfecta, ya nadie le discute los conocimientos tácticos, ha bajado su nivel polémico aun sin perder la mordacidad. Es un hombre más sereno, que intenta no sacar pecho aunque sepa perfectamente que es el artífice, la gran estrella, de un campeón con jugadores de vuelo bajo. Sólo algunos detalles se mantienen inalterables: la superstición, el afán atacante de sus equipos, el carácter ganador, el "¡je!" al final de las frases y, claro, esa inocultable, pícara e irónica sonrisa de medio lado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_