La ONG de Pitt y Clooney
George Clooney -Danny Ocean- y su íntimo amigo, Brad Pitt, han fundado una ONG, en nombre de la cual se dedican a hacer buenas obras, en vez de, pura y simplemente, desvalijar a los poderosos, de preferencia propietarios de casinos, como hacían en entregas anteriores de esta serie que no mitiga. Lo que está menos claro es por qué el producto final de todo ello tuviera que ser un largometraje de dos horas cumplidas.
Ocean's 13, de Steven Soderbergh, quiere ser a las películas de atracos de toda la vida lo que el arte digital es al analógico, el siglo XXI al XX. Los atracos de las películas del mundo contemporáneo parece que tienen que ser -especialmente cuando se trata de la secuela de una secuela- fenomenalmente complicados, lo que, quizá, pretende pasar por ingenio. Pero a pesar de tanto digital, el plan de fondo, por muy churrigueresco que haya salido, consiste en lo de casi siempre. La trama se va descorriendo parsimoniosamente como una cortina, contando al espectador unas cosas y ocultando, sin justificación argumental de ninguna clase, otras, para mantener determinados y presuntos sobresaltos. No tiene importancia; esto no es Ingmar Bergman; pero sólo a condición de que el espectáculo sea brillante, gracioso, bien montado, o por lo menos entretenido. Y ahí es cuando comienza la división de opiniones.
OCEAN'S 13
Dirección: Steven Soderbergh. Intérpretes: Brad Pitt, George Clooney, Matt Damon, Al Pacino, Andy García, Oprah Winfrey, Vincent Cassel. Género: acción. EE UU, 2007. Duración: 122 minutos.
En realidad, Ocean's 13 es una sucesión de videoclips, en los que los dos protagonistas, sobre cuyas vidas y personalidades no adquirimos información suplementaria alguna, como sí ocurría en la anterior entrega, hablan con frases cortas y lapidarias (one-liners) arrojando graciosidades sin fin a un público que les es muy adicto, de forma que parezcan siempre a punto de anunciar una marca de algo. Junto a ellos, Al Pacino se esfuerza denodadamente por destruir el recuerdo de su penúltima interpretación, la que fuere, que estoy seguro de que era buena, o puede que considere que la parodia de sí mismo es lo que mejor le va a la película. Pero lo más intrigante de todo es ¿qué hace allí, aparte de ganar dinero, Matt Damon?; que casi ni sale; que cuando sale no dice casi nada; y cuando dice algo es totalmente irrelevante para la trama, excepto en los escuetos segundos en que se niega a seducir a una señora, que hasta aquel momento no había dado muestra alguna de que quisiera que la sedujeran. El único que parece tomarse en serio lo que hace es Andy García, que debe pensar que no hay papel pequeño y se esfuerza en buscar una verosimilitud interpretativa que, por otra parte, tampoco está claro que sea lo que corresponda a un videoclip.
La película de Soderbergh, y digo de porque, en definitiva, este director es un magnífico ejemplo de cómo se pueden poner a contribución medios técnicos considerables; reconstruir decorados con una industria y acabado que sólo el cine norteamericano es capaz de desplegar; juntar a un respetable elenco de actores de los que lo menos que cabe decir es que tienen todo el oficio del mundo; y, sin embargo, entregar a las salas de cine un producto básicamente repetido. Los autores es posible que hayan olvidado que en la era de lo digital, el cine se ve de forma distinta y que películas como Ocean's 13 como se disfrutan es en casa, sin la obligación de poner los cinco sentidos en discernir por qué aquél dijo qué, cuándo y dónde.
Y más allá, ¿qué queda? Unos cuantos chistes privados de Clooney a Pitt, de Pacino a Clooney, que no son tan privados porque los entendemos todos, junto a un piadoso recuerdo para Frank Sinatra, el inventor de los Ocean. Y ya es el 13. ¿Cuántos faltan?
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