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Columna
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La cuestión

Para quienes piensan que todos los nacionalistas son de la misma calaña -opinión que luego se suele matizar a conveniencia, como bien empieza a dar muestras de ello el señor Rajoy-, las consideraciones que voy a hacer a continuación carecerán de relevancia. Sin embargo, y a pesar de todas las objeciones que les pueda oponer, que son muchas, creo que hay una diferencia sustancial entre el llamado nacionalismo institucional -PNV, EA, Aralar- y la borrikez servil a ETA, llámese ANV, Batasuna o EH.

Evidentemente, no es lo mismo para el normal desarrollo de la vida democrática, y de la vida ordinaria a secas, de este país, que el partido hegemónico en el campo nacionalista sea el PNV o que lo sea Batasuna. Las diferencias son palpables, como muy pronto lo vamos a percibir en Guipúzcoa, territorio batasuno por excelencia, pese a que nos hayamos librado de su participación en las Juntas Generales, institución en la que hubiera estado a un palmo de discutir la hegemonía nacionalista del mismísimo PNV. Es de suponer que las consecuencias de ese pulso hegemónico, y de su ya demostrada capacidad de contagio, hubieran sido desastrosas para el desarrollo del territorio.

No es lo mismo que el partido hegemónico en el campo nacionalista sea el PNV o Batasuna

Esto último, que tras treinta años de castigo puede resultar tan evidente en Guipúzcoa, es también válido para Navarra, donde Batasuna ha sufrido un nuevo retroceso y deja de ser la fuerza hegemónica que fue antaño en el nacionalismo navarro para pasar a convertirse en una fuerza menor. Cierto que el nacionalismo ha subido en Navarra en las últimas elecciones, pero no es un hecho anecdótico que la hegemonía en ese campo la ostente Nafarroa Bai, abriendo además una sensible distancia respecto a ANV-Batasuna. Convendría que se tuviera en cuenta esta nueva realidad cara a los pactos para constituir el Gobierno de Navarra, ya que todo lo que debilite a Batasuna es bueno para Navarra, y lo es también para Euskadi.

Sé que es difícil la encrucijada a la que se enfrenta el PSN para decidir los posibles pactos de gobernabilidad en el Ayuntamiento de Pamplona y en el Parlamento de Navarra. Ante cualquier opción al respecto debe tener en cuenta el impacto que vaya a tener en la opinión pública y en la situación política españolas, impacto que no debería ser mayor que el que producen las alianzas con fuerzas nacionalistas en otras comunidades españolas. Nafarroa Bai es un partido navarro, tan nacionalista y tan democrático como lo puedan ser CiU o el PNV, partidos con los que no suele haber demasiados reparos para pactar. Pero el PSN debe tener también en cuenta el impacto que cualquier alianza pueda tener en su propio afianzamiento y viabilidad futura en una comunidad como la navarra, en la que la polarización política la define el eje vasquismo-navarrismo, eje cuyos polos los encarnan las dos fuerzas políticas, Nafarroa Bai y UPN, ante las que se ve obligado a definirse.

Optar por uno u otro de los dos polos puede conllevar el riesgo de ver diluida su personalidad en una pugna que no tiene por qué ser la suya, y es indudable que en la tesitura actual no resulta fácil adoptar una decisión que aboque a un desplazamiento de ese eje de encuadramiento político y a una superación del frentismo en ciernes. El pacto del PSN con Nafarroa Bai serviría para afianzar la hegemonía nacionalista de esta coalición en Navarra y para el debilitamiento consiguiente de ANV-Batasuna, estrategia a todas luces positiva para el futuro de esta comunidad y de la vecina vasca, aunque está claro que no es ése el único vector que ha de contar en la decisión de los socialistas navarros.

El sensor de la mutabilidad política debe ser muy fino en una comunidad como la vasca, en la que los movimientos que propician un cambio suelen ser apenas perceptibles. Aun en el caso de que todos los votos nulos le fueran atribuibles, ANV-Batasuna dista de alcanzar los 275.725 votos que logró en Euskadi y Navarra en las municipales de 1999, en una situación tan favorable a sus intereses como la actual. Añadamos que en aquella ocasión obtuvo el 15,85% de los votos en Navarra, cifra que en estas recientes elecciones se ha visto reducida al 5,2% si se le atribuyen todos los votos nulos. Recordemos también que ANV consigue un 10,2% en Álava, un 12,1 en Vizcaya y un 21,5 en Guipúzcoa, único territorio en el que parece mantener su poderío.

Si tenemos igualmente en cuenta que el PNV retrocede sensiblemente en este último territorio y que es también éste el único en el que la opción EB-Aralar consolida su posición, quizá tengamos que empezar a hablar de un nacionalismo occidental y de un nacionalismo oriental y de sus matices ideológicos diferenciados, así como de la pugna oriental entre el nacionalismo violento de los etarras y el nacionalismo democrático que hoy pueden representar Aralar o EA. Es una clave que no debe ser menospreciada.

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