La Bienal de Venecia invita a la meditación
El encuentro, que se presenta hoy, apela en su 52ª edición a la mente y a los sentidos
Con un título ingenuo, que parece extraído de un manual de autoayuda -Piensa con los sentidos. Siente con la mente-, la 52ª Bienal de Venecia (que abre sus puertas al público del próximo domingo al 21 de noviembre), comisariada por el estadounidense Robert Storr, no contiene grandes sorpresas ni desafíos -¿cómo podría ser hoy así?-, pero, por lo menos, es diáfana y confortable; una especie de meditación al calor de una buena estufa, que te adormece sin que el sueño sea una pesadilla reveladora. Antes, en cualquier caso, de descender a los detalles, hay que consignar que, al hilo de los últimos tiempos, la Bienal crece y crece por todos los costados y no parece, sin embargo, hacer estallar las costuras: Venecia no en balde tiene muchos y hermosos espacios para ser alquilados por ricos mecenas y Gobiernos de todo el orbe. Un dato elocuente al respecto es el aumento de los pabellones nacionales, que ya casi alcanzan la cifra de 60, sin contar que algunos representan diversos países, pero, sobre todo, la multiplicación de los llamados eventi collateralli, que son 34, más todas las muestras que organizan los museos venecianos aprovechando la ocasión.
En cuanto al, por fin, adecentado Pabellón Central, que este año se ha separado del italiano y donde en cierta manera apunta el director de la Bienal su visión artística, creo que se puede calificar de razonable, didáctico, claro y ecléctico, lo que no es poco en la actualidad. Hay en él una secuencia de grandes clásicos de la vanguardia de las últimas décadas, entre los que enseñorea su grandeza, en primer término, el alemán Sigmar Polke, pero también otros, como la estadounidense Nancy Spero, E. Kelly, G. Richter, R. Ryman, G. Anselmo, B. Nauman, L. Bourgeois, Sol Lewitt, etcétera, pero todos ellos de vez en cuando entremezclados con "emergentes", aunque emerjan ya "conocidos" como, por ejemplo, Kara Walker, por decir la más destacada.
El mismo espíritu de buen y sereno montaje se aplica a la siempre más audaz selección del Arsenale, donde, por cierto, hay dos españoles: uno, por lo directo, el catalán Ignasi Aballí y, el otro, ¡fantástico!, representando a África, Miquel Barceló. Es casi imposible despachar en un comentario lo que exhiben estos más de medio centenar de artistas de todo el mundo, pero quiero por lo menos destacar los vídeos de Yang Fudong, Francis Alys o las instalaciones espectaculares de Kuitca, Philippe Parreno y los Kabakov. Por último, sobre los pabellones nacionales, diré que el español, a cargo de Alberto Ruiz Samaniego, no sólo cumple dignamente su cometido, sino que, a mi parecer, eleva mucho el nivel consuetudinario. Es muy poético, está bien trabado y tiene sustancia, destacando la instalación de José Luis Guerin, pero sin desmerecer las fotografías de Vilariño, ni los líricos vídeos de Rubén Ramos, ni las intensas performances de Los Torreznos. Del resto, creo que se impone el estadounidense con la presentación del cubano fallecido Félix González Torres, aun estando estetizado al máximo. Son interesantes, por otra parte, el británico con Tracey Emin, el alemán con Isa Genzken, el francés con la autorreferente Sophie Calle o el japonés con Masao Okabe.
Babelia
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