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Columna
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Democracia y lista más votada

En espera de que llegue el momento de que pueda ocuparme de otros temas, algunos de carácter social, no puedo dejar la oportunidad de seguir reflexionando sobre las pasadas elecciones y los comentarios que se están realizando al hilo de sus resultados. La pasada semana comentaba con datos objetivos en la mano que el resultado de estas elecciones a nivel municipal en esta Comunidad habían sido favorables para el grupo socialista. El mayor número de votos en el total comunitario; el incremento de concejales y de ayuntamientos en los que podría gobernar este grupo con mayoría absoluta así lo proclamaban. Sin embargo, y a pesar de estos hechos que son tozudos como la propia realidad, se está intentando extender la creencia que ha sido el grupo popular el ganador de las elecciones. Desde un punto de vista subjetivo, y de valoración, no seré yo quien entre en este terreno. Si el PP entiende, como consecuencia de los resultados logrados en Madrid, que ha ganado en todo el Estado, incluida esta comunidad, está en su derecho. Allá cada grupo con sus cegueras. No obstante hay otras cuestiones que, valoraciones aparte, merecen detenerse en ellas. Una de ellas es la de tratar de hacer ver que ganadores y perdedores van en función de los mayores o menores resultados logrados, tomando como referencia general a los dos partidos mayoritarios. Debe gobernar la lista más votada es una frase que se escucha últimamente Un planteamiento erróneo que no es exclusivo del PP, si bien sí es exclusiva su afirmación de que en caso de que no gobierne la lista más votada, se está defraudando al pueblo. El sistema -se empieza a oír- funciona mal.

Son afirmaciones que no se acompañan con la realidad ni con el concepto de democracia, pues intentan demostrar que se es más demócrata que nadie cuando en realidad lo que se pretende es un cambio de valores. Un cambio tan absurdo como el de pretender que, en democracia, gobierne la minoría mediante el mecanismo de valorar la lista más votada, lo que arrojaría como consecuencia obligada que se ignorara al resto de las fuerzas políticas con representación. Esta pretensión, amén de no ser práctica -no me imagino que un Gobierno pueda gobernar si a la hora de tomar decisiones la oposición puede impedirlas- dejaría sin efecto el derecho de los grupos políticos a pactar. Si esto ocurriera, si se llegara a adoptar esta decisión con carácter de generalidad -Navarras aparte-, se podría estar sustituyendo el gobierno de las mayorías -que es la esencia de la democracia- por el de las minorías con el riesgo añadido de no contar con numerosos grupos políticos minoritarios. Grupos que representan a un sector importante de la población y que verían defraudadas sus expectativas, trasformándose sus representantes en meros comparsas de una política en la que sólo existirían derechas e izquierdas con el riesgo de dar la espalda a una sociedad que es mucho más rica que la tradicional y simplista división entre izquierdas y derechas. Bienvenido, pues, el pacto global que en el momento actual están abordando en Andalucía PSOE e IU con la intención de conformar gobiernos estables en 122 municipios. Si se alcanza, va a garantizar la gobernabilidad en estos municipios.

Tal vez, si el grupo popular en lugar de hacer, como ha hecho y da la impresión que quiere seguir haciendo, una oposición en contra de todos salvo de ellos mismos, no tendría necesidad de pretender que en democracia gobierne la minoría mayoritaria de derechas sobre la mayoría de izquierdas.

En fin, que no está de más recordar que cualquier opción a favor de un gobierno de minorías no sólo perjudicaría la gobernabilidad sino también a las bases del sistema democrático, permitiendo que algunos voceros, llámense Arenas o Acebes y tantos otros, puedan pensar que se puede practicar una política aislacionista y de desprestigio de las instituciones del Estado democrático y, al mismo tiempo, gobernar sin contar con la mayoría de los representantes populares. Muy peligroso.

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