La UE y Darfur
El autor pide a Europa que presione a Sudán con la misma firmeza que empleó el siglo pasado contra la Suráfrica del 'apartheid'
Si un hombre estuviera ahogándose delante de ustedes, ¿se apresurarían a saltar al agua para rescatarle? ¿O se quedarían quietos y esperarían a que viniera alguna otra persona a intentar salvarle, aunque estuviera empezando a desaparecer bajo la superficie? Ésa es la pregunta que hago hoy a los 27 miembros de la Unión Europea.
Al sur de aquí, en la región sudanesa de Darfur, más de dos millones de personas viven en campos de refugiados con el miedo constante a perder la vida. Es como si a todos los habitantes de dos ciudades como Bruselas los sacaran de sus casas y les obligaran a vivir en unos refugios diminutos y miserables.
Hace no mucho que vimos sufrimientos similares en Europa y, sin embargo, la Unión Europea, en vez de lanzarse al rescate de la población de Darfur, mira hacia el Oeste y espera a que el Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York, arroje algún salvavidas.
No siempre fueron así las cosas. En septiembre de 1985, la Comunidad Europea fue la primera en imponer sanciones económicas multilaterales a Suráfrica mediante la implantación de un código de conducta. Los países de la Commonwealth siguieron sus pasos en octubre de ese mismo año. Los Gobiernos se unían, por fin, para ejercer presiones económicas sobre el régimen del apartheid. Yo había defendido durante muchos años que las sanciones económicas podían ser un golpe definitivo contra el apartheid. Algunos opinan que las sanciones no causaron demasiados perjuicios económicos al régimen. Pero lo importante no era sólo el dinero. Era la moral. Era que el mundo alzara la voz contra un régimen perverso para decir: "No estamos dispuestos a tratar con opresores".
El hecho de que la CE fuera la primera que acudió en nuestro auxilio en 1985 significó mucho para mí y para el pueblo de Suráfrica. ¿Por qué, entonces, no da el paso decisivo hoy en Darfur?
La UE no le ha cerrado su corazón a Darfur. Ha sido generosa en su apoyo a la misión de la Unión Africana en la región y los esfuerzos de los organismos internacionales de ayuda. En 1994 impuso un embargo de armas a todo Sudán y hace dos años prohibió el visado a un puñado de militares.
Sin embargo, a la hora de dar el verdadero golpe de gracia contra los responsables de los horribles crímenes que están cometiéndose allí, vacila.
En mi opinión, los Gobiernos de la Unión Europea deberían imponer sanciones a los personajes clave del Gobierno sudanés y las fuerzas rebeldes que comparten la responsabilidad por la pesadilla de Darfur. Como mínimo, la UE debe congelar sus cuentas bancarias y negarles el acceso a sus costas. Tiene que enviar un mensaje claro de que no va a tolerar el asesinato de masas. Y tiene que hacerlo inmediatamente.
No caigan en la tentación de pensar que la situación en Darfur está mejorando. No es verdad. En el último mes han vuelto a comenzar los bombardeos. Hoy, como todos los días, habrá mujeres que serán violadas mientras buscan leña fuera de los campamentos.
Y esta herida abierta de la miseria humana está extendiéndose más allá de las fronteras de Sudán, a Chad y la República Centroafricana. El 31 de marzo de este año, dos aldeas de la parte oriental de Chad fueron atacadas y destruidas en sendos incendios. Se calcula que murieron asesinadas entre 200 y 400 personas.
Cuando llegaron al lugar los servicios humanitarios, una semana después, vieron cuerpos en descomposición, entre ellos el de un hombre de 30 años que era padre de ocho hijos. Las ropas y las pertenencias estaban desparramadas a lo largo de la carretera que salía del pueblo; las habían abandonado muchos que lograron sobrevivir al primer ataque pero luego murieron mientras huían para salvarse.
En 2005, todos los Gobiernos del mundo adoptaron el histórico compromiso de asumir la responsabilidad de proteger a las poblaciones civiles del genocidio, los crímenes de guerra y otras atrocidades. Ahora, los Gobiernos de Europa deben cumplir esa promesa. Yo reto a la UE a que tenga el valor de imponer sanciones, en un esfuerzo coordinado para transformar ya la situación sobre el terreno. Y le reto a que tenga el valor de ser la primera, antes de que actúe Naciones Unidas. Los europeos deben recordar que, ante el asesinato de masas, no es posible nadar entre dos aguas. O se está con los opresores, o se está contra ellos.
Desmond Tutu, arzobispo surafricano, es premio Nobel de la Paz. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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