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Violencia machista

Las denuncias por maltrato a mujeres crecen un 61% en cinco años, con más de 40 casos diarios

Casi la mitad de las víctimas termina por retractarse o vuelve a convivir con su agresor

Fernando J. Pérez

El año pasado, 18 mujeres murieron en Andalucía a manos de sus maridos, novios o ex parejas. En lo que va de 2007, ya son cuatro las víctimas mortales del terrorismo doméstico. Estas cifras son sólo la cara extrema del maltrato, un fenómeno mucho más cotidiano sobre el que pesa un manto de silencio y de vergüenza que las víctimas se atreven, por fin, a levantar. En 2006, un total de 14.248 mujeres -40 casos diarios- denunciaron a sus parejas por malos tratos físicos o psíquicos. Sin embargo, muchas de estas acciones acaban en saco roto cuando las víctimas se retractan de su acusación o vuelven con su agresor.

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Las denuncias de mujeres víctimas de malos tratos han crecido sostenidamente en Andalucía desde 2002, según los datos del Ministerio del Interior. Aquel año se registraron en toda la comunidad 8.848 casos, un 61% menos que en 2006. La coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) en Málaga, Pilar Oriente, achaca el aumento de denuncias a que las mujeres "cuentan con más información y están más concienciadas".

La cada vez menor tolerancia ante el maltrato está generando, según Oriente, dos efectos positivos. En primer lugar, están saliendo a la luz los casos de jóvenes y adolescentes que llegan a los servicios sociales animadas por sus padres. En segundo lugar, la mayor concienciación hace que los casos que se van conociendo no sean tan urgentes. "Hace diez años, el perfil de la maltratada era una mujer que llevaba mucho tiempo aguantando vejaciones, golpes y palizas y necesitaban con urgencia entrar en una casa de acogida. Ahora, la denuncia es más temprana y los casos, con ser graves, son menos acuciantes", asegura Oriente. Esto se refleja en que ahora quedan sin cubrir parte de las 550 plazas en las casas de emergencia, casas de acogida y pisos tulados de que dispone el IAM en Andalucía.

El 54% de las consultas que ha atendido el IAM en lo que va de año tienen que ver con violencia doméstica. Aunque cada caso tiene sus particularidades, Oriente apunta una serie de "parámetros" que pueden ayudar a una mujer o a su entorno a identificar una situación de posible maltrato: "Normalmente comienza cuando el hombre aisla a la mujer de su familia y de su círculo de amigos, cuando se mete con su forma de vestir o de usar el dinero. A continuación llegan ataques de ira inesperados y de ahí se pasa al maltrato físico".

A la delegada de violencia sobre la mujer de la Fiscalía de Málaga, Flor de Torres, también le llama la atención la cantidad de víctimas jóvenes que no conviven con sus parejas y que denuncian malos tratos. "Es un fenómeno que está despuntando", constata. Aproximadamente uno de cada cinco casos de malos tratos se tramitó como juicio rápido: "tienen la ventaja de dar una solución inmediata a la víctima, pero el inconveniente de que sólo se basan en la última secuencia de maltrato y a veces ocultan los malos tratos de toda una vida", asegura De Torres, quien considera que la Ley Integral contra la Violencia de Género comenzará a dar sus frutos "a largo plazo", por lo que "no conviene obsesionarse con los datos actuales". Los juzgados de violencia doméstica ven a diario entre 10 y 12 casos entre juicios rápidos y apertura de diligencias previas.

Uno de los mayores problemas que se encuentra la Fiscalía es el llamado "secuestro emocional" que sufre la víctima hace que en el juicio se retracte y se acoja a su derecho de no declarar contra su cónyuge. "Nos sucede aproximadamente en el 40% de los casos y resulta bastante frustrante", asegura De Torres. Para evitar esta retractación o que se quebranten las medidas de alejamiento con consentimiento de la víctima, la fiscal aboga por proporcionar a la mujer "apoyo psicológico, además de jurídico, durante todo el proceso, porque la víctima de malos tratos no es equiparable a otro tipo de víctimas".

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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