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Violencia machista

"No soy una víctima, soy una superviviente"

Fernando J. Pérez

En junio de 2005, Manuela (nombre ficticio), de 47 años, cogió a su hijo y salió "con lo puesto" de su casa en una capital andaluza para dormir en una casa de emergencia del Instituto Andaluz de la Mujer. Después de "muchos años" de golpes y palizas de su marido y de haberse visto "con un cuchillo en la garganta muchas veces", decidió denunciarlo y ponerse fuera del alcance de su agresor.

"El maltrato no surgió de la noche a la mañana. Un día fue una mala contestación, otro un desaire. Te va cogiendo terreno y te habituas. Luego viene un empujón y golpes... Te va anulando como persona, y si encima te toca un hijo de puta inteligente que te sabe manipular acabas con un síndrome de Estocolmo que no puedes superar", recuerda por teléfono Manuela, que por seguridad no ha vuelto a pisar su ciudad ni para asistir al entierro de su padre, fallecido el año pasado.

Manuela ha tenido que rehacer su vida y buscar nuevas amistades en una ciudad que no conocía. "Dejé atrás una vida y casi dejo la vida; en un año y medio he cambiado de casa tres veces", afirma esta mujer, que gusta de hablar claro: "No soy una víctima, soy una superviviente. Es una etapa de la vida que está ahí pero de la que se sale, aunque tienes que aprender a vivir con la inseguridad y con los miedos a relacionarte con otras personas. El maltrato te sitúa en un lugar que no te corresponde porque tu único delito es haberte enamorado del hombre equivocado".

Al igual que otras muchas mujeres maltratadas, cometió el error de dar una segunda oportunidad a su agresor. "En el año 2000 fui por primera vez a una casa de acogida, pero alguien le filtró a mi marido donde estaba. Al acabarse el tiempo de estancia y no tener a nadie que me pudiera ayudar económicamente volví a casa con la cabeza gacha". Ahí empezó lo peor. "Estuve dos años secuestrada sin salir de casa y el maltrato se hacía cada vez más duro", afirma Manuela, que ha pasado por todos los recursos que ofrece la Administración a las mujeres maltratadas.

"Yo estoy saliendo de esto porque la libertad y la dignidad es lo primero. Cuando caes en una situación así no cuentas con más ayudas que tú misma, porque cortas con tus recuerdos y con tu familia", asegura Manuela. "Me lo he currado por mi carácter, pero eso no es lo normal. De las 20 mujeres que estábamos en la casa de acogida, sólo dos no hemos regresado con nuestra pareja. La otra era una chica marroquí amenazada de muerte en los periódicos".

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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