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Reportaje:

El musical de la saga cruel

George Lavaudant, ex director del Odeón de París, presenta en Madrid la adaptación de 'Les Cenci', en el Festival Operadhoy

Un conde italiano, violador de su propia hija, muere asesinado por ésta y su mujer. No escatiman esfuerzos en la tarea. Primero contratan a unos sicarios torpes que no consiguen matarle y finalmente se deshacen del incestuoso padre, insertándole clavos en los ojos mientras duerme. O eso cuenta la leyenda.

Este hecho sucedió realmente en la Italia del siglo XVI, como recoge el autor surrealista Antonin Artaud en su obra Les Cenci, inspirada en un texto de Stendhal y estrenada en 1935 con un fracaso estrepitoso. La sociedad del momento no pudo soportar tanta violencia.

El Festival Operadhoy 2007 de Madrid recupera esa historia con la adaptación musical de Giorgio Battistelli, que se representa hoy en el Albéniz. El objetivo es acercar el teatro musical -con entradas entre 12 y 22 euros- al gran público, de la mano de la Orquesta de la Toscana dirigida por Luca Pfaff y actores del Teatro Odéon de París.

"No escojo la violencia. Pero es cierto: me encargan muchos personajes asesinos"

El encargado de la coordinación artística de Les Cenci, Georges Lavaudant (Grenoble, 1947), se caracteriza por dirigir sin imperativos. Sólo sugiere y consigue así que los intérpretes hagan lo que él quiere. Ex director del Odéon, Lavaudant asegura que "hay que salir del círculo de los iniciados en la ópera, porque no hace falta ser un intelectual para entenderla". Y a pesar de ser un experto con varios montajes de óperas a sus espaldas, predica con el ejemplo. Combina traje de chaqueta con zapatillas deportivas. También ríe a carcajadas cuando niega que le obsesionen los personajes violentos.

"No escojo la violencia. Me gustan los papeles cómicos... pero es cierto: me encargan muchos personajes asesinos, como el conde Cenci o Ricardo III", explica Lavaudant. Al menos intenta que la sangre no salpique al público. "Ya se ha visto demasiado teatro de la crueldad, con escenarios llenos de sangre. Creo que la violencia en escena se convirtió en un cliché hace 10 años y prefería cambiar el punto de vista, más depurado y simbólico, como la música de Battistelli".

La escenografía del Albéniz es austera, limitada a un espacio negro con juegos de luz donde cantan los actores y siguen la partitura de la orquesta. ¿No molesta la obligación de dirigir en función de la música? Lavaudant sonríe: "No me frustra. De alguna manera, el director debe respetar el tempo musical y eso marca. Para cada escena hay que considerar el verbo de la música. Por eso hay que trabajar con el director de orquesta".

Ninguno de sus esfuerzos creativos sirve de nada si no hay público que lo entienda y acuda a verlo. "Como primera medida para evitar este problema yo propongo ponerse a fabricar niños", bromea. "Habría que formar una nueva generación de jóvenes que entiendan estas ideas de teatro. Uno de los motivos del fracaso de Artaud fue que no disponía de medios, ni escenografía ni actores adecuados para aplicar sus teorías teatrales. Estaba fuera de su tiempo".

De momento Lavaudant ya piensa en sus próximos montajes, como la reposición de Play Strindberg en el teatro Abadía en septiembre y una obra de teatro inspirada en piezas griegas sobre Heracles. "Y así volvemos a la violencia, porque Heracles masacra y asesina a su mujer", ironiza el director.

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