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Tribuna:Feria de San Isidro
Tribuna
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¿Una fiesta francesa?

Para mí, como para muchos franceses, hablar del gusto por la corrida es decir el amor a España y a lo español. Y, aunque ya no me sorprenda, no entiendo y me duele cuando alguno de mis amigos me dice que es gusto por el folclor, por una España de "charanga y pandereta".

Y me enrollo con mis referencias a Cocteau, poeta del esprit parisiense, brillante mezcla de humor, cultura y ligereza para quien "España no es un país poético, es un poeta en bloque... y la corrida es el espectáculo donde la poesía española se expresa sin ningún límite".

Saco a relucir a Michel Leiris, escritor de corte surrealista e intelectual comprometido, que se interroga: ¿qué valor tiene escribir si no hay nada en el hecho de escribir que se asemeja "a lo que es para el torero el asta apuñalada del toro, lo único que le da una dimensión humana a su arte, que le impide ser otra cosa que vanas cursilerías de bailarina"?

Recuerdo a Montherlant, dramaturgo del rigor y la moral, o a Jean Cau, aficionados entusiastas. Llamo la atención sobre cronistas taurinos tan diversos como Zocato, Jean Lacouture, Francis Marmande o Jacques Durand, para quien escribir una crónica taurina es música de lo escrito que intenta dar cuenta de la "música callada del toreo". Vuelvo a Mérimée o Bizet, el músico de Carmen y La Arlesiana, uniendo a través de su genio creativo "el tarro de las esencias" de Andalucía y la Camarga.

La corrida ¿un placer intelectual o culto? Pues sí, también. Y no se sorprenderá el lector de las crónicas de Joaquín Vidal, que fueron necesario placer cotidiano, gustase o no el toreo. Dice Ayala que la única realidad es la literatura: las cosas existen al hacerse palabras. El toreo es una cumbre de la realidad artística y popular: existe porque se cuenta. Y genera arte cuando la poesía, la pintura o la música se inspiran en él.

Recuerdo una novillada en Saint Sever en el año 1998. Toreaban un español, un mexicano y un francés. Íbamos con varios amigos a ver al español. Los otros dos, sobre todo el francés, nos parecían anecdóticos. Y triunfó el español. No era uno cualquiera, era El Juli. Su autoridad, su bullicio, su sabiduría nos maravillaron. Desde que emprendió su viaje solitario, ascesis hacia la profundidad, la búsqueda de su propia verdad en la verdad del toreo, no sólo nos encanta, le tenemos una profunda admiración. Al torero y al hombre.

Ese día no percibimos que lo anecdótico, la presencia de un novillero francés, no lo era: decía un movimiento de fondo. Hoy, Juan Bautista -era ese novillero- se afirma como un torero necesario para la fiesta.

El año pasado, en septiembre, asistí en Saint Gilles, pequeña ciudad al borde del Ródano, en la Camarga, a un festival organizado por tres jóvenes toreros: Sebastián Castella, Julien Miletto y Jérémy Banti, a favor de una ONG local. Se unieron cuatro toreros veteranos: Curro Caro, gitano y embrujado; Patrick Varin, buscador del arte clásico; Richard Millian, todo corazón y valor, y Denis Lore, curtido en mil batallas de las duras.

Más allá del festival triunfal, para el aficionado lo emotivo fue el encuentro de tres generaciones de toreros. Ese día, la tauromaquia francesa no era la gesta épica de un Nimeño II, o la excepcionalidad de un Sebastián Castella. El mismo Sebastián Castella -al final de una temporada en la que se había afirmado como una de las primeras figuras del escalafón por su verdad y su temple despacioso, llamando maestro a Patrick Varin y negándose a la recíproca- recogía el relevo de una historia que les era común.

Después de la corrida, cenamos en casa de Patrick. Los toreros, fuesen matadores, banderilleros o picadores, aficionados como Poète (Poeta), personaje clave de la Feria de Nîmes, contaban sus vivencias, anecdóticas o no, su mundo taurino. Francia y España se mezclaban, lo contaban en francés, el vocabulario taurino era español. Así se va desarrollando la corrida, nacida en España, expresión absoluta de la vida que muere y nace de no morir, a la que afición y artistas franceses intentan dar una dimensión universal.

Yves Lebas es director general de Cepsa Gas Comercializadora.

Paseíllo en la plaza de toros de Nîmes (Francia).
Paseíllo en la plaza de toros de Nîmes (Francia).ANTONIO GABRIEL
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