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Elecciones municipales 27M
Columna
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Nadie puede llamarse a engaño

La opción por una fórmula electoral mayoritaria o proporcional fue uno de los temas centrales del debate constituyente. Frente a la propuesta de Manuel Fraga de constitucionalizar una fórmula mayoritaria, los partidos de izquierda, PSOE y PCE, defendieron tenazmente una fórmula proporcional, en tanto que UCD pretendió inicialmente que el tema no quedara resuelto en la Constitución, sino que se dejara la decisión a la Ley Electoral. Finalmente se alcanzó el acuerdo de constitucionalizar la fórmula proporcional tanto para las elecciones para el Congreso de los Diputados como para las Asambleas legislativas de las comunidades autónomas. Nada se dice en la Constitución respecto de los ayuntamientos, aunque la Ley Orgánica de Régimen Electoral General decidiría que los escaños se asignaran también mediante una fórmula proporcional. En todos los niveles de nuestro sistema político, estatal, autonómico y municipal, hacemos uso de la misma fórmula electoral para la atribución de escaños, esto es, para determinar la forma concreta en que se va a ejercer el poder a partir del voto de los ciudadanos.

Esta fórmula únicamente ha sido puesta en cuestión, y únicamente para las elecciones municipales, por el PSOE en la legislatura de 2000-2004, en la que llegó a presentar una proposición de reforma de la ley electoral, a fin de que se garantizara que el Alcalde resultaría inmediatamente del ejercicio del derecho de sufragio por los ciudadanos, sin tener que estar a lo que resultara de los eventuales pactos postelectorales. La mayoría parlamentaria del PP en dicha legislatura rechazó la propuesta. El PSOE no la llevó en su programa electoral en 2004. No se ha vuelto a hablar del tema. Quiere decirse, pues, que la fórmula proporcional es la regla del juego para el reparto del poder en todos los niveles de nuestro sistema político, regla de juego que ha sido aceptada desde el momento inicial de la transición y que nadie, excepto el PSOE en la ocasión indicada, ha puesto seriamente en cuestión. Es una regla asentada, con base en la cual se han constituido todos los Gobiernos desde 1977.

Nadie puede llamarse a engaño. Con una fórmula proporcional puede ocurrir que el partido que obtiene mayor número de votos no obtenga el mayor número de escaños, ya le ocurrió en dos ocasiones al Partido Socialista de Cataluña (PSC) frente a CiU, o, lo que es más frecuente, que la lista más votada no tenga suficientemente número de escaños para poder constituir gobierno y dependa de llegar a pactos con otros partidos para poder gobernar. Esto ha ocurrido en todos los niveles de gobierno en múltiples ocasiones.

Esto es algo que no debe o no debería perder de vista la dirección de ningún partido. Quien no es capaz de entenderse con los demás tiene mucha probabilidad de no poder formar gobierno, aunque su lista sea la más votada. Y a la inversa. En consecuencia, la primera regla no escrita de todo sistema político con fórmula proporcional de asignación de escaños debería ser la de que es importante no quedarse solo, pues situarse en una posición en la que únicamente si se obtiene mayoría absoluta se va a poder constituir gobierno es incurrir en temeridad.

Y en temeridad es en lo que viene incurriendo la dirección del PP desde hace mucho tiempo. Creo que la victoria por mayoría absoluta en 2000 le jugó una mala pasada. Si en los años anteriores a llegar a la presidencia del Gobierno en 1996 y durante su primera legislatura en el poder tendió puentes y buscó acuerdos con otros partidos, desde el año 2000 se ha recluido en una soledad, que le está dificultando rentabilizar políticamente el apoyo electoral que tiene, que es mucho. En sus manos está actuar de otra manera. Mientras no lo haga, le pasará lo que le está pasando. No por culpa de la fórmula electoral, sino por su empecinamiento en no entenderse con nadie. El autismo nunca es bueno y en política todavía menos.

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