La lección de China

El artículo de Jeffrey D. Sachs publicado el domingo 27 en EL PAÍS sobre la actuación de China en la asamblea que celebró en Shanghai el Banco Africano de Desarrollo me ha despertado nuevas críticas al comportamiento de las grandes potencias económicas mundiales. Europa abandera con orgullo el interés por la preservación de los principios morales que impulsan a los gobiernos a querer paliar el subdesarrollo. Condena por lo tanto a países como China asfixiando con infinitas trabas su progreso económico por ser fruto de la falta de derechos humanos -como si el crecimiento económico europeo no se hubiera producido así en el pasado y aún hoy-, al tiempo que fomenta políticas económicas liberales que funcionan gracias a esta carencia. Todo lo que el Banco Mundial ha hecho por la idea que impulsó su creación (un mundo de prosperidad compartida) es cruzarse de brazos consciente de que el desarrollo de unos y otros es inversamente proporcional. China, que nunca ha pensado en exportar al mundo su visión de cómo deben vivir los hombres, que simplemente lucha -exactamente igual que todos- por su propio desarrollo, está dando a África una ayuda muy significativa (al margen de los intereses que la encubran) y a Europa, a Estados Unidos, al BM y al FMI una lección de honestidad.