Perros en las aulas
Es evidente que estamos ante un retroceso en la permisividad frente a las drogas, e Italia puede estar marcando el debate a este respecto, dentro de otro más amplio sobre las medidas contra la indisciplina en los institutos. Pero se está exagerando.
La ministra italiana de Sanidad, Livia Turco, ha propuesto que la policía con perros antidroga pueda patrullar en las escuelas en busca de cannabis y otras sustancias. La conversión de esta ministra, miembro de los ex comunistas Demócratas de Izquierda que participa en el Gobierno de coalición que preside Romano Prodi, ha sido notable. Pues al principio se declaró antiprohibicionista con el consumo de drogas blandas, e incluso duplicó la cantidad permitida para uso personal en menores, lo que el Tribunal Supremo no admitió. Pero la alarma sobre el consumo de drogas en las escuelas italianas ha cobrado nueva fuerza con la muerte, el pasado 16 de mayo, de un alumno en una escuela milanesa tras fumar crack.
La idea de perros antidroga como norma en los institutos le ha parecido exagerada al ministro de Educación, Giuseppe Fioroni, que, comprensiblemente, sólo la defiende para casos excepcionales y a requerimiento del director del centro. Llenar las aulas de carabinieri no parece la mejor forma de educar a los jóvenes contra el consumo de drogas. Estas excepciones, sin embargo, se van multiplicando, a petición de directores, a veces ante simples sospechas.
La decisión de la alcaldesa de Milán, Letizia Moratti, de proporcionar a las familias detectores de droga en la orina de sus adolescentes, va ganando adeptos en una Italia que, para resolver este problema real, parece querer apostar más por la represión que por la educación.
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