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Columna
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El ocaso del multilateralismo

Ángel Ubide

El siglo XXI ha presenciado el deterioro paulatino del esquema multilateral de gestión de la economía mundial, deterioro que se ha acelerado en los últimos años y del que es muestra palpable la rápida desintegración del G-7. Mucho se ha escrito sobre la falta de representatividad del G-7 en un mundo donde los países emergentes son cada vez más importantes, pero lo que no se discute es que incluso para los asuntos donde el G-7 podría tener una cierta autoridad se ha convertido en un grupo disfuncional. Es excepcional que, en las últimas dos reuniones del G-7, el ministro alemán no acudió a la cita en Washington en abril y el secretario del Tesoro estadounidense no acudió a la cita en Alemania en mayo. ¿Casualidad? No, más bien una declaración explícita de la falta de interés y de congenialidad. Al tiempo, el secretario del Tesoro americano recibía a una delegación de altos cargos chinos (un mes después de que China hubiera declinado la invitación a participar en el G-7 de abril) para el Diálogo Económico Estratégico. ¿Cuál es el mensaje? Para EE UU, el diálogo con China es más importante que lo que pueda tratar el G-7.

La tendencia hacia la bilateralización o regionalización es clara. En el marco del comercio internacional, la Ronda de Doha es ya casi un fracaso reconocido, mientras que florecen decenas de tratados bilaterales (y no sólo entre países díscolos, EE UU y Corea del Sur acaban de firmar uno de dichos tratados). Así los acuerdos comerciales globales se están sustituyendo por un entramado bilateral -gráficamente denominado "plato de espaguetis"- que complica en gran medida la gestión y eleva el coste del comercio internacional.

En el marco de la coordinación de políticas económicas, la creciente irrelevancia del FMI es conocida, y está siendo sustituida por arreglos regionales. El caso asiático es el más relevante, pero no el único -Latinoamérica está intentando seguir los mismos pasos-. Tras la crisis asiática de 1997 los países de la región adoptaron el objetivo de nunca más volver a solicitar ayuda al FMI. De ahí surgió la política de acumulación de reservas como mecanismo de seguro contra los ataques especulativos, pero también una serie de arreglos institucionales -por ejemplo, el acuerdo de Chang Mai de ayuda mutua en caso de insuficiencia de reservas o los múltiples grupos regionales de coordinación- que asemejan los inicios de la Unión Monetaria Europea. La gestión del impacto de la economía china en el mundo se intentó canalizar a través del FMI, pero el proceso de surveillance multilateral fracasó y el énfasis americano en el diálogo bilateral es patente. La amenaza de Chávez de abandonar el FMI es otra muestra, folclórica quizás, pero significativa del ocaso del sistema.

En el marco de la ayuda al desarrollo la situación no es mucho mejor. En los últimos años, varios países, entre ellos China y Venezuela, se han dedicado a proveer ayuda a países en desarrollo a cambio de acuerdos comerciales y dudosos arreglos. El Banco Mundial, en su afán por redefinir su papel en un mundo poco necesitado de préstamos, había puesto la lucha anticorrupción como aspecto diferenciador respecto a los fondos chinos o venezolanos. Claramente, el escándalo de Wolfowitz en el Banco Mundial llega en el peor momento, al dar una imagen de institución plagada de conflictos de intereses. La derrota del presidente Bush en su defensa de Wolfowitz -¿recuerdan alguna ocasión en la cual un presidente americano haya perdido una batalla de esta envergadura en la arena internacional?- es otra señal de la crisis del G-7 como mecanismo de resolución multilateral de conflictos.

Finalmente, el rápido crecimiento de los Fondos Soberanos de Inversión (FSI) -creados por varios países para optimizar la gestión de sus enormes reservas de divisas- la explosión de los fondos de private equity y la titulización masiva del riesgo añaden una dimensión supranacional a los mercados financieros. Imagínense una situación en la cual un FSI, a través de su participación en un fondo de inversión occidental, es responsable del colapso del mercado hipotecario de un país al liquidar posiciones en su mercado de derivados crediticios por razones geopolíticas. ¿Quién acudirá al rescate de quién, y en qué foro se discutirá esta situación? Los viejos arreglos claramente no funcionan, ni por composición ni por química personal, pero la alternativa no está nada clara.

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