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Análisis:Análisis | Elecciones 27M
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Captar el mensaje, ¿asalto al poder?

Si el núcleo duro del Partido Popular gana a la hora de imponer su mensaje como el mensaje de las urnas, lo más enconado de la oposición estaría por llegar en los meses que quedan de legislatura hasta las elecciones generales. En otros términos, que al obtener una mayoría de votos en estos comicios, la estrategia de la movilización callejera permanente y la tensión política habría confirmado la eficacia para reconquistar el Gobierno. El mensaje descodificado llevaría por título: a por el asalto al poder.

Con todo, ese mensaje haría caso omiso de la realidad, que los resultados sumados a granel tienden a oscurecer. Y esa realidad indica que el Partido Popular, que ya había perdido terreno en las municipales de 2003, aún mantiene un suelo firme pero continúa perdiendo posiciones. A su vez, el PSOE, que logró avances importantes en 2003, mas no decisivos, se afirma allí donde ya estaba y avanza en comunidades y ayuntamientos de ciudades relevantes. Ya se hubiera dado un canto en los dientes José Luis Rodríguez Zapatero en mayo de 2003 con resultados parecidos a los de ayer, que le faltaron a pesar de ganar en el recuento general por 123.000 votos.

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Mariano Rajoy quiso hacer de estas elecciones una primera vuelta de las próximas elecciones generales. Pero no lo han sido como tampoco resultaron así en 2003. Aquellos dirigentes del Partido Popular que sostienen que quien gana las elecciones municipales y autonómicas gana las generales olvidarían un hecho nada insignificante: que, según ellos, el PP ya tenía prácticamente ganadas las elecciones del 14 de marzo de 2004 y que el PSOE las robó a horcajadas del atentado del 11-M mediante un procedimiento rayano en un golpe de Estado.

Si se ve al PP como un tren bala en marcha desde prácticamente la derrota del 14-M, con una masa movilizada por la sed de recuperar el poder, la conclusión que su estado mayor tratará de imponer contra viento y marea, según fuentes consultadas anoche, será la de mantener, si no incrementar, la tensión. No cambiar de caballo a mitad del río.

Problema: si los resultados en el Ayuntamiento de la capital y en la Comunidad de Madrid producen un fenómeno de ilusión óptica sobre el resto del mapa electoral, la conclusión del núcleo duro del partido Popular supondría forzar radicalmente las cosas.

A estas alturas parece claro que la estrategia de convertir estos comicios en un plebiscito contra la política antiterrorista del Gobierno socialista (o, si se prefiere, en un plebiscito de la oposición furibunda de Mariano Rajoy y sus muchachos) no ha sido una buena idea. Para ganar en Madrid por los márgenes que el Partido Popular ha conseguido no necesitaba la estrategia de la tensión. Porque el trabajo ya se lo había hecho el PSOE al abandonar, desde hace mucho tiempo, el frente de Madrid. Y, si no necesitaba la tensión en Madrid, esta tampoco le ha favorecido en el resto de España.

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