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Elecciones 27M

Las elecciones abrirán la puerta al primer cambio de alianzas en la última década

Un relevo del PP en Álava puede hacer imprescindible el entendimiento entre el PNV y el PSE

Euskadi vota hoy para elegir a los 2.597 concejales que gobernarán sus 251 ayuntamientos los próximos cuatro años. Los resultados que arroje la voluntad de los 1.789.985 votantes llamados a las urnas pueden marcar la necesidad de un cambio en las alianzas que han presidido la política vasca en los 10 últimos años, desde el enterramiento de la Mesa de Ajuria Enea, la apuesta del PNV por el Pacto de Lizarra y la ruptura de la coalición con el PSE que había gobernado Euskadi durante la década anterior. La insistencia con la que primero EA y después EB han manifestado sus temores y emplazamientos a sus socios peneuvistas para que clarifiquen sus intenciones dan fe de la inquietud que abre dicha perspectiva en el seno del tripartito.

El PNV es el partido que puede sufrir más quebraderos de cabeza al buscar pactos

A expensas de las incidencias que depare la jornada por la prohibición de 114 candidaturas de la izquierda abertzale en la comunidad autónoma y su posible vuelta a través de ANV a otros 97 consistorios y dos Juntas Generales, lo que hoy se juega en las urnas puede afectar de manera notable al núcleo de la política vasca. Como tal ha de tomarse la política de alianzas que la ha condicionado los últimos 10 años, desde la ruptura en 1998 del gobierno de coalición PNV-PSE, el fin de la Mesa de Ajuria Enea y la apuesta peneuvista por la acumulación de fuerzas nacionalistas en el Pacto de Lizarra.

EA y EB han dejado ver sin disimulos su inquietud, advirtiendo a su electorado sobre las intenciones peneuvistas y emplazando al socio mayoritario del tripartito a aclararlas. Se da por hecho que ese cambio será imprescindible en Álava si se busca el relevo de los actuales gobiernos del PP.

Como advirtió el último día de campaña el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, es posible que los resultados den lugar a necesidades muy diferentes en los tres territorios, menos perentorias para su partido en Vizcaya que en Guipúzcoa y Álava. El PNV desearía poder jugar de acuerdo con ellas en cada lugar, de modo que contentaría en unos a sus socios del tripartito (EA y EB) mientras estrecharía lazos en otros con los socialistas, con quienes ha sellado sus acuerdos políticos de mayor alcance desde la pérdida de 150.000 votos y cuatro escaños en las autonómicas de 2005.

Es precisamente el PNV, desde su condición de probable vencedor global de las elecciones, el que paradójicamente puede sufrir más quebraderos de cabeza y tensiones internas por causa de las alianzas que deba establecer. Para la formación de Imaz, las decisiones que adopte incidirán en una situación de división entre sus ejecutivas regionales -Álava y Guipúzcoa están en manos del sector perdedor de la asamblea nacional de 2004, encabezado por Joseba Egibar- y la nacional (el EBB), que tiene la potestad de decidir sobre los acuerdos de gobierno de las instituciones en liza. Habrá de dictaminar, además, en un momento de toma de posiciones ante el cónclave que debe elegir de nuevo al presidente del partido, previsto para diciembre.

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Para el primer partido vasco su reto principal está en si sale de los comicios en condiciones de gobernar la Diputación alavesa y el Ayuntamiento de Vitoria, donde todo indica que las tres primeras formaciones (PP, PNV y PSE) se moverán en un margen de votos bastante estrecho.

También se comprobará hasta qué punto pasan factura las querellas internas que dan lugar a situaciones como la vivida en Guipúzcoa con la renuncia del candidato inicialmente designado por la ejecutiva de Joseba Egibar, Jon Jauregi, o con el escándalo de la corrupción fiscal en Irún.

La noche electoral hablará también sobre el acierto o error de EA al rechazar la coalición con el PNV que había sostenido desde 1999, por dar prioridad a su recolocación ante los cambios en el mapa nacionalista que pueda propiciar el fin de la violencia.

El ensayo de la novedosa alianza de izquierda federalista y abertzale entre Ezker Batua y Aralar será otro de los puntos de observación. Los buenos presagios de las encuestas pueden, según los temores que expresaban durante la campaña los propios protagonistas, verse arrumbados por unos resultados menos favorables, como ha ocurrido históricamente con formaciones minoritarias que gustan estéticamente, pero no terminan de arrastrar el voto en el momento de la verdad.

Con tantas incógnitas en el espectro nacionalista, al PSE y al PP les queda la medición de sus fuerzas en mitad del enfrentamiento total que viven socialistas y populares en el conjunto de España. El PSE comprobará si la política de paz del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, bien recibida en Euskadi, le deja réditos en estas elecciones, lo mismo que el PP contabilizará las bajas que sus planteamientos en política antiterrorista le han infligido desde que perdió el Ejecutivo central en 2004.

La pugna y el trasvase de votos que pueda producirse entre ambos resultan decisivos en Álava, tras la ruptura de la alianza que les mantuvo unidos aún en 2003, aunque fuera a la fuerza en el caso socialista. Esta vez no hay dudas, como sí ocurre en el campo nacionalista con la validez o no del tripartito: un entendimiento de las dos fuerzas constitucionalistas resulta imposible. El PP parece resignado a quedar fuera de cualquier acuerdo de gobierno, mientras el PSE aspira a unos resultados que le permitan liderar o ser imprescindible en Álava y Vitoria y también en la Diputación de Guipúzcoa, además de mantener la alcaldía de San Sebastián y las de las principales localidades, tras las capitales, de Vizcaya y Guipúzcoa.

Un censo total de 1.789.985 electores tiene hoy la última palabra para despejar todas esas incógnitas y el destino de las 2.597 plazas de ediles en liza.

El montaje de los colegios electorales se ultimaba ayer. En la imagen, un centro de Bilbao.
El montaje de los colegios electorales se ultimaba ayer. En la imagen, un centro de Bilbao.LUIS ALBERTO GARCÍA

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