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Columna
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Desafíos

Hijo de una lituana y un mallorquín, ambos inmigrantes en EE UU de Norteamérica, Richard Serra es, sin duda, el escultor vivo conocido más importante hoy en el mundo, porque reúne todas las cualidades posibles de la escultura clásica y todos los desafíos que a ésta le ha planteado la modernidad. En todo caso, en España nos interesa por la relación que desde hace más de un cuarto de siglo ha establecido con nuestro país. Vino por aquí, a principios de 1980, de la mano de Carmen Giménez, que luego fue la responsable de que Serra realizase Guernica-Bengasi, la escultura que instaló en 1985 en el recién inaugurado entonces llamado Centro Reina Sofía, y, a su vez, comisaria de la retrospectiva Richard Serra. Escultura 1985-1995, que tuvo lugar en el Museo Guggenheim de Bilbao, donde ya había emplazado antes una obra monumental, Snake (Serpiente, 1996), que produjo un enorme impacto en el público.

De todas formas, el punto culminante de la relación de Serra con nuestro país se produjo cuando, en junio de 2005, se inauguró en el Museo Guggenheim de Bilbao la asombrosa instalación permanente que, con el título La materia del tiempo, estuvo formada por ocho piezas monumentales, patrocinada por la firma Arcelor, que ha dado nombre a la sala del museo. Este hito no es solamente artístico, sino también museográfico, porque supuso, por primera vez en la historia del mundo contemporáneo, un encargo sólo comparable al que, para entendernos, hizo el papa Julio II a Miguel Ángel con la Capilla Sixtina. Lo subrayo de manera tan enfática porque me temo que algo tan único y extraordinario no ha sido suficientemente valorado entre nosotros, aunque por la ciertamente descomunal magnitud de la empresa, pero, sobre todo, por los problemas espaciales y conceptuales que plantea cada una de esas fantásticas esculturas, es quizá el gesto más audaz y creativo que ha llevado a cabo un museo de arte contemporáneo hasta la actualidad en connivencia con un artista vivo. En realidad, bastaría con sólo una de las piezas, titulada Torsión elíptica (2003-2004), para que este acontecimiento hubiese sido memorable, pero, encima, estaba acompañada por otras siete esculturas fascinantes.

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