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Reportaje:

El bálsamo de Confucio

El Gobierno chino rehabilita al célebre filósofo para alentar la ética social

Rao Pinmin pasea lentamente entre los árboles centenarios del templo de Confucio, en Pekín, que data del siglo XIV. Alrededor descansan edificios de tejados curvos, vigas policromadas y columnas rojas. Flota el silencio en medio del bullicio de la capital. Rao, de 22 años, estudiante en la Universidad Normal de Pekín, se detiene a pocos metros de la estatua de mármol del más famoso de los filósofos chinos y comenta: "Confucio [551 a 479 antes de Cristo] es una especie de santo, un maestro y un modelo. Tenemos que aprender de la esencia del confucianismo, porque representa lo mejor de la cultura china, y se hunde en lo más profundo de nuestra raíces".

Hu Jintao ha convertido la creación de "una sociedad armoniosa" en el mantra de su Gobierno

Por más de 2.000 años, los valores confucianos de rigor moral, autodisciplina, fidelidad, jerarquía en las relaciones, educación, paz y armonía social fueron las bases del funcionamiento de la vida y el Gobierno en China y otros países de Asia oriental, como Japón y Corea del Sur. Pero la llegada de Mao Zedong al pode, en 1949, y su cruzada contra toda religión y filosofía que no fuera el maoísmo relegaron las enseñanzas de Kongzi (maestro Kong), nombre chino de Confucio, a doctrina contrarrevolucionaria. Hasta tal punto que en la Revolución Cultural (1966-1976) muchos de los templos a él dedicados fueron destruidos, y los profesores de sus enseñanzas, torturados.

Hace tiempo que Mao y las teorías comunistas pasaron a la historia en China, dejando un vacío espiritual, que ha sido ocupado por el culto al dinero y la corrupción. Así que, en un golpe de pragmatismo, el Gobierno del presidente, Hu Jintao, ha decidido rehabilitar al más influyente y famoso de los pensadores chinos, con objeto de utilizar su filosofía para insuflar un poco de ética y moralidad a una sociedad que, desde hace tres décadas, vive bajo el único credo de "Hacerse rico es glorioso", dictado por Deng Xiaoping.

El renacimiento del maestro es ubicuo. "Los discursos ideológicos en los periódicos, la televisión, y el lenguaje diario son en términos confucianos. Cada vez hay más instituciones, individuos y conferencias dedicados a sus enseñanzas", explica Tian Chenshan, profesor en la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín.

Las reformas económicas puestas en marcha por Deng Xiaoping en 1978 han transformado completamente China y han mejorado el nivel de vida de la población, pero, al mismo tiempo, han provocado tremendas disparidades sociales y crecientes protestas, que el Gobierno teme hagan peligrar la continuidad del Partido Comunista.Para detener esta deriva, Hu Jintao ha convertido la creación de una "sociedad armoniosa" -basada en los valores de moralidad, unidad, respeto a la autoridad y obediencia- en el mantra de su Gobierno. Pretende, de esta forma, mostrar a los ciudadanos que se preocupa por sus problemas, al tiempo que mantiene un férreo control político.

"La enorme brecha de riqueza y la corrupción rampante han provocado un descontento al alza y un incremento de las protestas por parte de ciudadanos corrientes, que se encuentran abandonados por el milagro económico chino". asegura Kent Ewing, escritor y profesor en la Hong Kong International School. Los líderes quieren utilizar a Confucio para sofocar las tensiones y crear una armonía social, aunque las cosas no estén muy armoniosas", añade.

Una de las últimas muestras de esta fiebre confuciana es el éxito logrado por Yu Dan, una profesora universitaria, de 41 años, que ha vendido más de tres millones de copias de un libro sobre las ideas del filósofo, ante el regocijo de las autoridades. El trabajo de Yu Dan ha estado rodeado de controversia, ya que algunos intelectuales consideran que ha tergiversado la obra del filósofo, y han calificado su enfoque de "ignorante", "dañino" y de "comida rápida".

Estatua de Confucio en el templo que le fue edificado en Pekín en el siglo XIV.
Estatua de Confucio en el templo que le fue edificado en Pekín en el siglo XIV.ASSOCIATED PRESS

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