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Crítica:ENSAYO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Humanizar la humanidad

Juan José Tamayo

Coincidiendo con la publicación de la censura a la que la Congregación para la Doctrina de la Fe ha sometido dos obras del teólogo hispano-salvadoreño Jon Sobrino, se publican estos "pequeños ensayos utópico-proféticos" que, por suerte, no han caído en manos de los censores vaticanos. "En nuestro mundo oficial", sentencia Sobrino al comienzo del libro, "ya hemos despertado del sueño dogmático, del que nos quería liberar Kant. Pero seguimos sin despertar del sueño de cruel inhumanidad, del que aquel fraile del siglo XVI (Antonio Montesinos), en la Española, acusaba a los encomenderos, responsables de crueldad y exterminio... 'éstos, ¿no son hombres?, ¿no tienen ánimas racionales?, ¿esto no veis?, ¿esto no sentís?, ¿cómo estáis en sueño tan letárgico dormidos?" (página 13). En medio de la indiferencia ante el rumor de la miseria y el clamor de la muerte, el discurso de Sobrino resulta intranquilizador, subversivo o como él mismo dice, escandaloso y contracultural.

FUERA DE LOS POBRES NO HAY SALVACIÓN. Pequeños ensayos utópico-proféticos

Jon Sobrino

Trotta. Madrid, 2007

168 páginas. 12 euros

No corren vientos propicios

para la utopía, como tampoco para el profetismo. Quizá nunca los hayan corrido y ésa sea su característica principal: la de tener que avanzar contra viento y marea. La utopía, que pertenece a la naturaleza del ser humano ("ser hombre es tener una utopía", decía Bloch), está sufriendo un largo destierro y ha sido excluida del lenguaje de la filosofía y de la ciencia, donde se ha impuesto el discurso realista y pragmático. Similar destino le ha tocado al profetismo que está en la entraña misma del cristianismo y, sin embargo, ha sido eliminado del lenguaje teológico y de la ética de las religiones, donde se ha impuesto el discurso de la gestión y de la ortodoxia. El libro de Jon Sobrino viene a rescatar del olvido ambas categorías inherentes a la tradición judeo-cristiana, convirtiéndolas en el centro de su reflexión: la utopía como proyecto de un futuro mejor para las mayorías empobrecidas; el profetismo en su doble vertiente de denuncia de la injusticia estructural que domina el mundo y de anuncio de otro mundo posible. Junto a ellas recupera otra categoría mayor de la teología de la liberación, la Iglesia de los pobres, que fue, para Juan XXIII, el principio inspirador del concilio Vaticano II, tal como consta en el memorable mensaje radiofónico del 11 de septiembre de 1962, poco antes de la inauguración del concilio Vaticano II: "La Iglesia se presenta, para los países subdesarrollados, como es y quiere ser: la Iglesia de todos y, particularmente, la Iglesia de los pobres".

Tres figuras inspiran y acompañan muy de cerca la reflexión de Sobrino en este libro, las tres utópico-proféticas: el teólogo y filósofo Ignacio Ellacuría, rector de la UCA, pensador crítico y hombre de la praxis, asesinado en 1989 junto con otros cinco compañeros jesuitas y dos mujeres salvadoreñas; Óscar Romero, arzobispo de San Salvador asesinado en 1980; Pedro Casaldàliga, obispo ya emérito de Brasil -a quien la muerte le viene rondando desde hace cuarenta años en plena selva del Matto Grosso-, cuya propuesta es "humanizar la humanidad".

El autor parte del certero

diagnóstico de Ellacuría: la civilización del capital y de la riqueza "no civiliza", está gravemente enferma, más aún, "amenazada de muerte", en palabras de Jean Ziegler. Esa civilización hace de la acumulación del capital el motor de la historia, de su posesión y disfrute selectivos el principio de humanización, y del derecho de todos el privilegio de unos pocos. La alternativa, para Sobrino, no puede ser otra que una civilización de la austeridad compartida, y su principio el de que da título al libro, "fuera de los pobres no hay salvación", un principio inclusivo guiado por la solidaridad, que no se reduce a la eficacia instrumental, sino que es la "ternura de los pueblos" y consiste en "llevarse mutuamente los desiguales". El nuevo principio de solidaridad deja sin efecto el viejo axioma excluyente "fuera de la Iglesia no hay salvación", todavía hoy vigente en la teología oficial y en la práctica eclesiástica.

Sobrino logra compaginar armónicamente en este libro dos maneras de hacer teología: una, desde los testigos y los mártires, otra, desde textos, ambas en permanente círculo hermenéutico.

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