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Reportaje:FESTIVAL DE CANNES

El hipnótico vuelo del globo rojo

El cineasta chino Hou Hsiao Hsein inaugura la sección Una Cierta Mirada con una revisión del clásico de Albert Lamorisse

Elsa Fernández-Santos

Toda una generación lloró a finales de los años cincuenta con El globo rojo, la película de Albert Lamorisse que contaba la amistad entre un niño solitario y un gigantesco globo rojo que le seguía por las calles de París. La película logró en 1956 la Palma de Oro de Cannes al mejor cortometraje y un año después un oscar al mejor guión original. Hoy pocos niños conocen aquella fábula sentimental, aunque lo más probable es que a la mayoría sólo les parecería una aburrida cursilada sobre un pobre niño y un globo idiota que pasean durante 34 minutos por una ciudad sin abrir boca. Pero ayer, medio siglo después de aquel idilio, un cineasta chino, Hou Hsiao Hsein, abría el concurso de la sección Una Cierta Mirada con una bella revisión del clásico francés.

Afortunadamente, el director de Millenium mambo (un cineasta que sabe deambular con su cámara por cualquier ciudad hasta hacerla suya) no ha querido repetir lo irrepetible y en El viaje del globo rojo hace una reflexión de casi dos horas de duración sobre la infancia y la inocencia alejada del viejo sentimentalismo de Lamorisse. Estamos otra vez en París, con una madre (Juliette Binoche) recién separada que trabaja (tiene una compañía de títeres) y que vive sola con su hijo de siete años. Incapaz de ordenar una vida que la desborda, la madre parece más una niña (por algo viste de rojo) mientras su hijo (serio y observador) apenas sonríe. La película arranca con el niño insultando al globo rojo: "¡Estúpido, baja aquí ahora mismo!", mientras la madre parece aferrada a un mundo de juguetes arcaicos.

El viaje del globo rojo es la primera película de una serie pensada por el director del Museé d'Orsay, Serge Lemoine, que pretende llevar la mirada de artistas contemporáneos a los "tesoros" del museo parisiense. Los términos impuestos por Lemoine son sencillos: el museo debe aparecer de alguna manera en la película, aunque sólo sea en una breve escena. Hou Hsian Hsein es el primero de esos "nuevos creadores" que ha buscado en el museo un punto de partida para una película.

"Leí sobre París, sobre el cine francés y descubrí la película de Lamorisse", recuerda el cineasta chino. "Me resultó una película reveladora, sobre un niño que no tiene mucho espacio para vivir, pero que a la vez puede hacer lo que quiere; tiene una libertad de la que hoy carece cualquier niño en una ciudad".

Al niño de hoy le acompaña una niñera china que estudia cine; tiene (¿cómo no?) una familia desestructurada, con una hermana mayor que estudia en Bruselas y un padre que llama de tarde en tarde por teléfono. Su madre grita (algo exagerada la diva francesa) y el pequeño Simon juega con su playstation. Ante ellos, la joven china cuenta un cuento sobre un globo rojo que quiere rodar. Cine dentro del cine y la imposibilidad de la inocencia cuando vemos rodar por la calle al niño, seguido del globo, que a su vez es seguido por un hombre vestido de verde que desaparecerá gracias a las nuevas tecnologías digitales.

La primera película de Una cierta mirada (donde se proyectarán, entre otras, la española La soledad, de Jaime Rosales, o la italiana Mi hermano el hijo único, de Daniele Luchetti) quizá pecó del narcisismo de un festival al que le gusta demasiado mirarse a sí mismo y a su pasado y que para su 60º aniversario parece no tener ni el más mínimo reparo en hacerlo. Cannes se considera, y seguramente lo es, el gran motor del cine, pero hay algo incómodo en la excesiva nostalgia que se respira por todas partes. Libros y revistas llenas de fotografías en blanco y negro que aclaman el glorioso pasado de La Croisette. Una especie de enorme canto a sí mismo que para un festival que dice querer poner sobre la mesa el lenguaje cinematográfico del futuro resulta algo sospechoso.

Juliette Binoche, ayer en Cannes.
Juliette Binoche, ayer en Cannes.EFE

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Competición. La película francesa Las canciones de amor, de Christophe Honoré, y la rusa Izgnanie, de Andreï Zviaguintse.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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