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Crónica:La crónica | Elecciones 27M
Crónica
Texto informativo con interpretación

El camino recto y la determinación propia

Soledad Gallego-Díaz

El primer y único acto electoral de José Luis Rodríguez Zapatero en la campaña municipal vasca se celebró ayer en Vitoria con un formato bastante inhabitual: una reunión relativamente pequeña con cargos y candidatos de su partido a ayuntamientos y juntas generales, abierta a los medios de comunicación y convocada con ciertas prisas (en el último minuto se suprimió una fila de sillas vacías) y bastante solemnidad.

Zapatero, que habitualmente asiste a los actos electorales con una indumentaria informal, acentuó en esta ocasión su imagen de presidente del Gobierno, con traje oscuro y corbata, para volver a hablar de política antiterrorista, algo de lo que no es frecuente oírle debatir en los últimos tiempos.

No introdujo novedades, pero sí volvió a remachar en lo que insistentemente calificó de "camino recto": nada, absolutamente nada, es posible en democracia con violencia, "ni con respaldo, justificación o explicación de la violencia". Zapatero utilizó su tono más solemne para exigir, "hoy, ante vosotros", que el Partido Popular "vuelva a la unidad y la lealtad con el Gobierno de España". No adelantó qué instrumentos piensa utilizar para ello, pero insistió en que la lucha contra el terrorismo debe ser una política de Estado en la que no cuenten "los colores políticos".

Rodríguez Zapatero tiene claro que su deber "más grande" como presidente del Gobierno es acabar con la violencia y restablecer la paz en el País Vasco, algo a lo que, proclamó, va a dedicar "toda su determinación". Su voluntad personal es tan decidida que figura, incluso, entre lo que el propio Zapatero denomina las "cuatro ideas básicas" de todo el proceso: imperio de la ley, apertura de diálogo si existe abandono de la violencia, oferta de un gran acuerdo de convivencia y "determinación propia".

La reunión se desarrolló en términos que una de las asistentes calificó de "correctísimos", pero sin alcanzar los niveles de entusiasmo que suelen rodear los mítines más clásicos del presidente del Gobierno, con militantes y simpatizantes. La convocatoria llegó, quizás, algo inesperadamente, cuando ya parecía que Zapatero no haría campaña en el País Vasco. De hecho, algunos cargos de su partido ya tenían elaborada su propia agenda y no pudieron desplazarse a Vitoria. Es el caso, por ejemplo, del incombustible alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, que ayer se encontraba en Lyón (Francia) asistiendo a una feria internacional.

Los responsables socialistas en el País Vasco esperan aumentar en términos generales su número de concejales, tal y como aseguró ayer su secretario general, Patxi López. Pero no parece probable que se produzcan grandes cambios en las poblaciones más importantes de Euskadi, excepción hecha, precisamente, de Vitoria.

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La capital alavesa, que gobierna actualmente el PP, puede cambiar de manos y muchos dan ya por seguro que existirá un pacto entre el PSE y el PNV para que los socialistas se hagan con la alcaldía y los nacionalistas con la presidencia de la diputación. Los acuerdos serían más fáciles, sin embargo, si los socialistas, que ahora son la tercera fuerza en discordia, por detrás de populares y PNV, lograran quedar, por lo menos, en segundo lugar.

Esa necesidad de reacción explicaría la inesperada presencia de Zapatero en Vitoria. Otra razón sería la preocupación de los dirigentes socialistas ante la posibilidad de que sus seguidores no se movilicen en suficiente número, es decir, el miedo a la abstención que suele perjudicar especialmente al PSE.

En Euskadi, en contra de lo que sucede en el resto de España, la crispación no surge cuando el PP se enfrenta al PSOE sin cuartel, sino cuando se produce un enfrentamiento radical entre el PSOE y el PNV, como ocurrió en convocatorias anteriores. La falta de relaciones entre los dos partidos suele provocar no sólo un gran desquiciamiento social, sino también una mayor movilización en cada uno de sus caladeros electorales. Ahora, ante el día 27, la placidez de las relaciones entre el PSOE y el PNV puede actuar en sentido contrario.

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