Paisajes sevillanos

Sevilla reivindica Fidelio desde la privilegiada situación que supone ser el lugar donde se desarrolla la acción de la ópera. La representación que clausura la temporada del Maestranza tiene escenas de mucho mérito, pero no acaba de imponerse en su totalidad. Bien es verdad que la única ópera de Beethoven es un miura y ante esta circunstancia uno se puede conformar con momentos aislados de belleza. Uno de ellos es la primera escena del segundo acto, con el tenor Robert Dean Smith cantando primorosamente, Pedro Halffter acompañando a la Sinfónica de Sevilla con un tacto exquisito y José Carlos Plaza consiguiendo una atmósfera de concentración desde la sobriedad.

Pero no toda la noche está a ese nivel soñado. Del resto de los cantantes los triunfadores fueron Elena de la Merced en un papel aparentemente menor, el de Marzelline, y Alan Held. Lo mejor que se puede decir del director musical es su disposición humilde y concertadora, sin caer en la tentación de tener que demostrar la importancia de esta música como eslabón entre Mozart y Wagner. En cuanto a la escena, los momentos más logrados son los que se centran en los personajes. Los descriptivos se utilizan con contención y los corales quizá tienen un aire de lamento valleinclanesco y desembocan en cierto esperpento caricaturesco por su exceso.

La conquista de la libertad tiene instantes particularmente felices con la unión coral de brazos en alto.