El Papa ignora en Brasil a los teólogos de la liberación
El éxodo de católicos se atribuye a la falta de interés de la Iglesia por los más desfavorecidos
El papa Benedicto XVI concluyó el domingo su visita a Brasil, el país con mayor número de católicos del mundo, donde la Teología de la liberación ha echado más raíces. Estos días, aprovechando la presencia del Papa, los medios de comunicación brasileños han dado mucho relieve al teólogo de la liberación Leonardo Boff, que fue condenado al silencio tras un proceso en el Vaticano por el entonces prefecto de la Congregación de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI.
En sus discursos, el papa Ratzinger no hizo prácticamente alusiones directas a la Teología de la liberación, aunque sí indirectas al decir que la Iglesia no debe seguir las ideologías. Y la acusación vaticana de fondo a dicha teología es que es ideológica más que teológica.
El trabajo por los pobres ha inspirado la creación de 80.000 comunidades de base
Boff ha repetido lo mismo que suelen hacer todos los seguidores de esa teología: que se basa en la importancia dada en el evangelio a los pobres, lisiados y humillados y que, por tanto, no puede morir. Desde América Latina se ha expandido a otros países y continentes, como África y Asia.
Si hoy se habla menos de ella, dice Boff, "es porque ya no está de moda". Baste recordar que sólo en Brasil existen 80.000 comunidades de base y medio millón de círculos bíblicos, todos ellos inspirados en la Teología de la liberación.
La excusa dada por el Vaticano para su condena es que se inspira en el marxismo. Los teólogos de la liberación, como Jon Sobrino, recientemente condenado por el Papa por sus teorías sobre Jesucristo, niegan tal conexión.
"Marx no es padre ni padrino de la Teología de la liberación. Lo son los profetas, la práctica de Jesús y de los apóstoles, que siempre se interesaron de forma especial por los pobres como parte esencial de la liberación", afirmó ayer Boff.
Si la Iglesia está preocupada en Brasil y en América Latina por el éxodo de los católicos hacia las iglesias evangélicas -que el Papa equivocadamente ha calificado de sectas- hasta lanzar aquí una cruzada para recuperar esos millones de católicos perdidos, ello se debe, según los teólogos de la liberación, a que la Iglesia católica no se interesa por los pobres, no sintoniza con su lenguaje ni con sus problemas reales y se ha convertido, sobre todo, en la Iglesia de la clase media.
La Iglesia teme a las comunidades de base, por ejemplo, que son las más dinámicas dentro del catolicismo y a las que Roma nunca ha querido reconocer, porque, según ha dicho Boff al diario O Globo, "ellas representan la génesis de un modelo nuevo de iglesia, más participativo, más igualitario y más pueblo de Dios".
Y añade: "Ellas [las comunidades de base] obligan a obispos y sacerdotes a estar entre la gente, a ser sencillos y a representar la cultura popular, cosa que a muchos no les gusta, porque no saben cómo lidiar con eso y se sienten desplazados".
La pregunta que se hace el clero más progresista es cuántos católicos más se habrían ya ido a las iglesias evangélicas -a las que no se les puede negar un acercamiento mayor a los pobres y una mayor participación de los fieles al culto- sin el dinamismo de las comunidades de base y de los círculos de estudios y vivencias bíblicas, que son los que mantienen viva la fe en millones de fieles, en particular de las clases más bajas.
Benedicto XVI no ha condenado abiertamente la Teología de la liberación, porque no puede condenar que la Iglesia manifieste un mayor interés por los pobres, que sería tanto como negar la esencia del evangelio y de la doctrina del profeta de Nazaret.
Pan para los hambrientos
Una vez Juan Pablo II dijo durante uno de sus viajes internacionales: "Yo también soy un teólogo de la liberación". Podría decirlo igualmente Benedicto XVI. Lo que ocurre es que los papas querrían, dice un teólogo de la liberación, que esa teología no tuviera consecuencias políticas, algo que es imposible. Según Boff, a la Iglesia le interesa sobre todo el hambre de Dios de los pobres, mientras que para los teólogos de la liberación sería inmoral hablar de Dios a los pobres antes de llenarles la barriga.
Para la Teología de la liberación no es posible separar hambre de pan de hambre espiritual. Jesús multiplicaba los panes y los peces para que la gente no tuviera hambre y curaba a los enfermos antes de hablarles de Dios. Y para dar comida a los hambrientos es necesario criticar las injustas estructuras de poder que mantienen aún a millones de seres humanos sin comida y sin asistencia. ¿Es esto marxismo? Ésa es la dialéctica que sigue separando a los teólogos de la liberación de la doctrina del Vaticano y de la curia romana.
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