20.297, un número de consenso
Ningún partido político se atrevería a proponer la supresión del sorteo extraordinario de la lotería de Navidad. Es más fácil eliminar la asignatura de Religión de la escuela que arrancar la tómbola de nuestros corazones. Hay tradiciones que pueden enfermar, pero no morir. Vean, si no, cómo resiste, en su brutal agonía, el festival de Eurovisión. En el festival se canta una horrible canción ganadora y en el sorteo un extraño número premiado. Los dos carecen de interés, pero permanecen asociados a la época de las familias numerosas y biparentales, donde la gente cree que se era más feliz que en las soledades de ahora por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Cuando las creencias religiosas se hayan convertido en un asunto meramente doméstico, la lotería de Navidad continuará gozando de un valor colectivo inexplicable.
Cuando los mayores de ahora éramos pequeños, el 22 de diciembre nos colocaban frente a la tele en blanco y negro con un número escrito a lápiz en un papel de estraza que olía a pescado y nos decían que permaneciéramos atentos a la pantalla, por si lo cantaban. Y allí nos quedábamos nosotros, con el corazón en la garganta, creyendo que de verdad podía suceder tal prodigio (claro, que también creíamos en los Reyes Magos). Si le dices a un niño de hoy que permanezca toda la mañana frente al televisor de plasma, comprobando un número, te manda a la mierda, aunque se trate de un número primo.
¿Por qué entonces los periódicos publican un Extra dedicado al sorteo y los telediarios abren, sin excepción, con la noticia de que el premio ha caído en un número, cuando es evidente que no puede caer en una letra? Porque hay cosas absurdas a las que la tribu no puede renunciar sin jugarse su existencia. De hecho, el sorteo extraordinario de la lotería de Navidad es uno de los pocos asuntos que no enfrentan al PP y al PSOE. En el de 2006 salió el número 20.297 (que a simple vista parece un número de izquierdas) sin que Acebes acusara a Zapatero de haber gafado el resto de los números. Nuestros responsables políticos conocen las rayas rojas que no se deben traspasar. La lucha legítima por el poder no debe poner en peligro la cohesión social, de ahí que la lotería de Navidad no forme parte del debate político partidista.
Ni la lotería de Navidad ni ninguna otra. De hecho, las comunidades autónomas y los ayuntamientos rifan de vez en cuando pisos de protección oficial, que es como rifar vacunas en tiempos de peste o pan en tiempos de escasez, sin que ninguna formación política haya pedido la supresión de tan humillante lotería. Pero no nos pongamos radicales. ¿Cómo vamos a pedirle a una sociedad que no ha sido capaz de enterrar el Festival de Eurovisión que acabe con el Sorteo de Navidad?
Ahora entenderán ustedes la foto de más arriba, cuyo pie decía: "Tres vecinos de Rebollo de Duero, un pueblo de Soria con 31 habitantes y 60 décimos del primer premio del sorteo extraordinario de Navidad". La noticia sirvió para hacernos saber que en la España urbana y del sector terciario todavía quedan grumos de campesinado que viven en condiciones asiáticas. Rebollo de Duero, antes de que le tocara el Gordo, se dedicaba exclusivamente a la agricultura, suponemos que subvencionada. Ahora no sabemos qué hacen.
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