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LLÁMALO POP
Columna
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La madre del rock

Diego A. Manrique

Se conmemora estos días el 40 aniversario del Monterey Pop Festival, primer acto multitudinario del rock adulto. En aquel rincón californiano, el rock adquiría conciencia de sí mismo y se sintió motor de una contracultura con anhelos revolucionarios. El debate sobre sus poderes se realizaba en las revistas musicales y la prensa underground; apenas había libros que estudiaran la naturaleza de una música que había alcanzado su mayoría de edad sin darse cuenta.

En 1969, se publicó la Rock encyclopedia y cristalizó la percepción de su trayectoria -partiendo del rock and roll y el rhythm and blues- y su multiplicidad de frentes de expresión. Su autora era Lillian Roxon, una diminuta periodista australiana de escritura chispeante, que prefería los brochazos de ingenio a los análisis musicológicos. Sintonizaba con Nik Cohn, que también publicó ese año su trepidante Awopbopaloobopalopbamboom. Pop from the beginning.

Pero fue Lillian quién estableció el primer mapa manejable del rock. En España, ay, se publicó un mamotreto autóctono que pervirtió la estética de toda una generación: se potenciaba el progresismo y se ninguneaba a los artistas negros; ni siquiera figuraba Chuck Berry. Al planteárselo, el autor reveló su indigencia documental con desfachatez: "No pude meter a Berry, ninguna discográfica tenía su biografía". En el tomo de la Roxon, sí estaba. Su entrada comenzaba así: "Chuck Berry puede ser la persona más importante en la historia del rock".

Una gran historia

Hoy, la bibliografía crece imparable. Cada mes se publican docenas de libros valiosos sobre el rock y músicas adyacentes; aquí hay incluso editoriales -Milenio, Autor, Robin Books, Lenoir- que cubren ese tema. Aun así, me asombró toparme con Lillian Roxon: mother of rock, una biografía australiana firmada por Robert Milliken. Resulta que detrás de Lillian había una gran historia. Hija de un doctor judío que ejercía en Italia, su familia se salvó por los pelos del Holocausto emigrando a Melbourne. Contaba ella que evitó a los submarinos alemanes, que hundían barcos a capricho, pero que casi muere de aburrimiento en la Australia de la posguerra, tan pacata y provinciana.

Gravitó hacia The Push, clan libertario de la Universidad de Sidney. Pero decepcionó a la tropa beatnik cuando aceptó un puesto de cronista del show business: el mundo de los periódicos, creían, era intrínsecamente corrupto; ya destacaba allí un tal Rupert Murdoch. Estaba en la delegación neoyorquina del SMH cuando conectó con el rock. Como embajadora de la bohemia australiana, conoció en 1966 a los Easybeats, el gran grupo de Sidney, y se lanzó de cabeza. De su entusiasmo y tenacidad da testimonio que, tres años más tarde, pudiera presentar un trabajo como la Rock encyclopedia, que rebosaba opinión e información.

La Roxon fue brevemente la reina madre del naciente periodismo musical: se movía con Linda Eastman, una amistad que se rompió cuando la fotógrafa se casó con Paul McCartney. Era una criatura de los sesenta y llevaba mal las renuncias impuestas por la conversión del rock en gran negocio implacable. Y no llegó a ver lo peor: sufría de asma y murió sola en el verano de 1973, a los 41 años. Cuando la policía entró en su piso, creyó estar en la escena de un robo, tal era el caos de discos, revistas, libros, recortes. Hubo que explicarles que ése era el hábitat normal de un freelancer.

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