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Reportaje:

El día en que se fue la hija de Carmen

Durante años una madre gallega trató sin éxito de que atendieran a su hija en un centro. Pero la Administración sólo la ingresó cuando cometió un delito

La hija de Carmen se le ha ido de casa y de las manos. "No acepta las normas: sólo quiere libertad y espacio", explica derrotada. Desde los 13 años la niña no ha dejado de fugarse y, finalmente, ha alcanzado la mayoría de edad en un centro de menores en donde cumple condena por robo, fruto de una de sus múltiples escapadas. Únicamente al delinquir, la Administración se ha hecho cargo de ella. Tras un periplo de cinco años en busca de ayuda, sus padres han recibido por respuesta de la Xunta de Galicia un continuo "no está desamparada, tiene familia" que los ha dejado a solas con el problema: su hija.

María -nombre bajo el que Carmen S. preserva la identidad de su hija- se ha pasado la adolescencia en conflicto. Sus padres la adoptaron cuando tenía 10 años creyendo que la rescataban de un pasado de carencias afectivas. "Pero esto [la adopción] no determina nada", se apresura a matizar la madre.

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Tras cinco años de frustraciones, Carmen ha llegado a la conclusión de que el problema de María no es una cuestión educacional; de que no tiene nada que ver el cóctel hormonal adolescente que la dispara en busca de libertad y discotecas. Lo de su hija, dice, es un problema psiquiátrico: "Sólo es feliz sin normas, porque no está bien". Y en busca de esa anchura permisiva, la niña, educada en un "buen colegio privado", protagonizó la primera fuga a los 13 años. Estuvo dos días en la calle hasta que la policía la devolvió a casa. El tiempo suficiente para la desinhibición total: alcohol, drogas y sexo. Desde entonces, las escapadas fueron continuas.

Al auxilio solicitado por los padres, la Vicepresidencia de la Xunta ha contestado invariablemente que "la niña no está desprotegida, sino que tiene una familia que la quiere". Pero con amor familiar, entre crisis y fugas, María se ha pasado la adolescencia destruyéndose. Sólo una especialista consiguió algo con ella: ocho meses sin echarse a la calle, aunque con desayuno y cena en un hospital del que sólo salía para ir a las clases. Fue la psiquiatra quien les advirtió de que en este caso no existía un problema que requiriera reeducación, sino que la chica padecía "personalidad límite".

"Es la historia de mi hija", señala Carmen sobre cada caso de adolescente con problemas que ve en televisión o en prensa, "sólo que todos lo achacan a la adolescencia. Y mi hija tiene una enfermedad". Por ello, reclama una granja terapéutica como sustituto del tranquilizante que toma y de la habitación-jaula que le construyeron en casa, "con barrotes y una puerta laminada en acero".

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