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Columna
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Estrategias para el desarrollo regional

Los años 70 y 80 del siglo pasado estuvieron preñados de intervencionismo económico, y el Estado desempeñó un relevante papel en las políticas de apoyo a las empresas. Las políticas regionales, que buscaban la reducción de las desigualdades territoriales y la convergencia regional, apenas tuvieron eco. A mediados de los 80 emergen los nuevos conceptos del desarrollo regional fundamentados en el potencial endógeno. La eficacia y la competitividad de las economías alcanzan una mayor trascendencia y se presentan como objetivos relevantes para los poderes regionales y locales.

Dicha capacidad competitiva se traduce en distintas acciones, ya sea referentes a la capacidad de innovación, al ambiente económico que facilita el aprendizaje o a la interacción y la puesta en red de los grupos de empresas. Se plasman esos instrumentos en acciones de pilotaje económico en torno a las ventajas competitivas para impulsar las dinámicas por las que las regiones deben incentivar la creación, la adquisición, el control y la aplicación del savoir faire y de la información en los campos de la innovación tecnológica y del marketing. Y se completa con la necesidad de que las interrelaciones territoriales entre las distintas organizaciones puedan estimular la conectividad y participación de las distintas redes de información e innovación, sobre la densidad del tejido económico y la colaboración entre las empresas y los poderes públicos.

En la década de los noventa encontrar una solución a los problemas del desarrollo regional se convirtió en una tarea más compleja. El planteamiento fue más sofisticado. En primer lugar, se amplió el campo de acción y las políticas sectoriales fueron más numerosas y más amplias en sus contenidos. En segundo lugar, se atendió a una mayor capacidad para enfocar los problemas desde la globalidad y no en exclusiva para aquellas regiones ó áreas territoriales con problemas o con particularidades específicas. En tercer término, se actuó desde planteamientos activos y con programaciones plurianuales. Y por último, constituyó requisito imprescindible partir de un régimen de partenariado para conseguir las mayores sinergias positivas que reflejen la fortaleza de los agentes sociales y de los sectores asociativos.

En la actualidad, cobra fuerza la emergencia de lo local y de lo regional en la medida que existe una cierta duda sobre la eficacia de las ayudas directas a las empresas, el concepto de economía subsidiada y la aparición de una competencia territorial desleal dado un exceso de intervencionismo público. Admitiendo que la mayor parte de las intervenciones públicas poseen implicaciones espaciales, no es menos cierto que la mayor implicación territorio-empresa puede responder con mayor eficacia a los desafíos de la globalización.

Los recientes estudios nos subrayan tres conclusiones muy contundentes: en el marco de la globalización, las economías nacionales son más sensibles a los cambios y a la coyuntura internacional; la vulnerabilidad aumenta cuando la estructura interna y el armazón regional está más desestructurado, y es preciso apostar por mejorar la competitividad regional.

Las políticas regionales comunitarias tienen efectos positivos sobre la cohesión territorial, pero muestran evidentes casos de inequidad horizontal y emergen dificultades en lo que concierne a los recursos dedicados a las políticas de cohesión comparados con la intensidad de las diferencias espaciales de renta. Por eso, no es extraño encontrarnos con políticas comunitarias que tiendan a concentrar los esfuerzos s en determinados objetivos y en algunas medidas con mayor potencial de generación de riqueza, desatendiendo consideraciones vinculadas a las zonas con problemas un otras opciones de desarrollo.

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Corremos el riesgo de que la UE concentre sus actuaciones en aquellas regiones ya ganadoras de cada país, dejando en exclusividad a los gobiernos autonómicos la tarea de promover la convergencia espacial. Por ello es loable la reciente presentación del Plan Estratégico de la Deputación provincial de A Coruña (2007-2013), expuesto por su presidente Fernández Moreda, como magnifico ejemplo para sentar bases y adelantarse al futuro.

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