Escuela Madrid-Sáhara
El instituto Ramiro de Maeztu educa cada curso a un grupo de alumnos brillantes llegados de los campamentos saharauis
Salamu Hadi era pastor con 14 años en el campamento de refugiados saharauis de Ausser (Argelia), donde las cabras se quedan paralíticas por la malnutrición y los jóvenes no tienen salidas cuando terminan el colegio. Salamu sólo podía optar entre quedarse en casa o hacer el servicio militar y enfrentarse al ejército marroquí. Y escogió las cabras. De esto hace tres años. Hoy es un brillante alumno en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, que sacó dos cursos de ESO en sólo dos trimestres, a pesar de estudiar en español y tener que adaptarse a costumbres distintas de las suyas. "Claro que es difícil, sobre todo el primer año, pero con esfuerzo se consigue", explica con una sonrisa de orgullo.
Ahmed Dadah, 17 años: "O nos morimos de hambre, o morimos en la guerra"
María, su "madre de acogida", confirma esa dificultad: "Cuando acoges a un niño en estas edades tienes que enseñarle de cero la educación que has dado a tus hijos desde siempre. Cómo comportarse en la mesa o costumbres de higiene resultan nuevas para ellos. Por eso es complicado, pero merece la pena porque les da una salida".
La ONG nacida en el instituto, Acercándonos, se llama, hace posible que adolescentes saharauis sin acceso a secundaria en sus campamentos puedan estudiar en Madrid e incluso considerar una carrera universitaria.
Pilar Yuste, coordinadora del proyecto, explica los requisitos para entrar en el programa: "Nosotros pedimos al Frente Polisario los mejores expedientes, mitad chicos y mitad chicas. En verano vuelven a visitar a sus familias, pero durante el invierno siguen las clases como los demás". Ocho jóvenes continúan sus estudios en el instituto desde hace tres años. Y todo ello sin subvenciones oficiales.
El mes pasado un grupo de estudiantes madrileños conoció en primera persona la difícil situación de los refugiados de Dajla, el campamento más alejado de cualquier núcleo urbano.
Para Rocío Benítez, de 17 años, lo más sorprendente fue la hospitalidad del pueblo saharaui, a pesar de sus carencias. "Aunque había escasez de agua, nos decían que podíamos ducharnos cuando quisiéramos. Pero mirabas el cubo, del que también se bebía y cocinaba y pensabas: '¿cómo voy a ducharme si no tenéis para beber?", recuerda.
A otros jóvenes les sorprendió la resistencia pasiva de los saharauis y que no hayan optado por el terrorismo después de más de 30 años exiliados de su tierra, con la connivencia de las potencias internacionales. Ahmed Dadah es otro de los alumnos de Ausser que estudian en el Ramiro de Maeztu. A sus 17 años no tiene tan claro que la resistencia pasiva sea una solución. "Al final parece inevitable que acudamos a las armas. O nos morimos de hambre, o morimos en la guerra. Sinceramente, prefiero morir luchando, como murieron mis bisabuelos y mis tíos". Otro de sus compañeros saharauis, Ala Li, ha hecho cuentas y no está de acuerdo: "Con la guerra no conseguiríamos nada. No sólo hay más soldados marroquíes, sino que tienen mejores armas y nosotros sólo unos pocos fusiles, con eso no hacemos nada", asegura decepcionado.
A pesar de su corta edad y la lejanía de los campamentos, todos ellos conciben los estudios como una forma de ayudar a su pueblo. Entre las carreras que les gustaría cursar se repite Medicina para ser útil cuando vuelvan a casa. "No me entristece tener que volver al desierto porque soy consciente de que mi lugar está allí. No es algo que me preocupe, aunque sí es verdad que me gusta mucho vivir aquí por la libertad que tienen las chicas y porque a nadie agrada el desierto", comenta Laila Ali, de 17 años.
Después de conocer in situ la pobreza de los campamentos, no resulta fácil para las profesoras inculcar un lenguaje pacifista y proponer soluciones dialogadas. "Siempre hubo causas que parecían imposibles y finalmente se han hecho realidad", insiste Pilar Yuste a sus alumnos. "Haría falta que más institutos se impliquen con la causa saharaui, como colegios que conocemos de Almería y Mallorca. Somos la prueba de que se puede hacer. Ahora sólo hace falta voluntad".
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