Surrealismo teatral

Sobre un escenario rojo eléctrico en el teatro de la Abadía de Madrid, nueve actores se llaman por sus verdaderos nombres. No son hamlets, ni polonios ni cualquier otro personaje, sino personas reales que desvelan sus recuerdos en Me acordaré de todos vosotros, el último acto de rebeldía teatral de la directora Ana Vallés. Desde hoy hasta el 3 de junio, lucha contra las palabras y apuesta por las imágenes y la música. Se trata de un montaje sin hilo narrativo, que pone a prueba la observación del público y su capacidad de asombro.

"¿Alguna vez han bailado una canción a besos?", propone el mismo actor que poco después se convertirá en un barbudo conejo rosa que come frenéticamente zanahorias. Mientras tanto, Julio Cortázar, "de los Cortázar de toda la vida", explica cómo murió y sirve de desahogo a otro actor en crisis, que baila con una muñeca. No hay principio ni final, sino la sucesión de escenas surrealistas mezcladas con canciones en directo. "Desde el siglo XIX, el teatro se ha vinculado a la palabra y otros lenguajes han quedado como meros adornos. Por eso esta historia no es lineal y se construye con imágenes y sonidos", explica la directora con un guiño cómplice al elenco.

Durante los ensayos, los actores convertidos en creadores debían aportar propuestas como textos y música a partir de los cuales se ha construido la obra. Así, la actriz Carlota Ferrer baila abrazada a una gabardina de plástico crujiente. "Porque soy una bailarina frustrada -bromea- y porque me trae el recuerdo de una ventana por la que veía llover, aunque esto el público no lo sabe". Otro intérprete, Rafael Rojas, desvela en la obra una anécdota familiar: "Mi abuelo murió y mi abuela tuvo que dejar a sus hijos en este orfanato. Hace años, el teatro de la Abadía era un hospicio donde estuvo mi madre. Quién le iba a decir a mi abuela que años después su nieto actuaría aquí", comenta nostálgico. Toda la compañía, completada por Cristina Arranz, David Luque, Lola Manzano, Markos Marín, María Miguel y Fernando Soto, ha aportado improvisaciones que se tejen con textos de Peter Handke, William Shakespeare o Jaime Gil de Biedma.