Un policía en mi instituto
Un manual elaborado por expertos policiales y educativos servirá a los agentes para impartir charlas en los centros escolares
Acostumbrado a detener delincuentes y otras tareas no siempre gratas, un policía se puede sentir extraño ante un grupo de alumnos risueños y descarados, quinceañeros amparados por la pandilla y protegidos dentro de la valla de su instituto. ¿Qué les cuenta un policía? ¿Cómo se dirige a ellos? En primer lugar, ¿qué hace un policía en un instituto? Colaborar y prestar su experiencia para la seguridad y la convivencia escolares. Ya saben, eso de que para educar a un chaval hace falta la participación de toda la tribu.
En este caso, cada provincia tendrá un policía y un guardia civil adscritos a estas tareas. A la llamada voluntaria de un centro escolar, ellos acudirán para impartir charlas sobre las posibles incidencias características en ámbitos juveniles: acoso, bandas urbanas, drogas, peligros en Internet. La dirección del centro también podrá marcar ese mismo teléfono cuando algo no vaya bien.
Así pues, ya tenemos al agente subido a la tarima con la pizarra a la espalda y una veintena de cabezas, o más, mirándolo a ver cómo respira.
Para ayudarles en esa experiencia se ha editado una guía en la que se indica cómo actuar y los contenidos que han de comunicar. Ahí encontrarán las destrezas para impartir una charla tanto a los estudiantes como a sus padres. Ideas y consejos para que sepan alejarse de las drogas, estar prevenidos ante las bandas urbanas (los latinos ñetas y salvatruchas), escapar de los riesgos que se esconden en la Red (pederastia, estafas) y detectar y combatir el acoso escolar. Para definir los contenidos se cuenta con la experiencia de la policía en el trato de estos asuntos así como la de profesores y expertos educativos.
Todo esto responde al Plan Director de Convivencia y Mejora de la Seguridad Escolar del Ministerio de Interior, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Educación y los responsables de enseñanza de las comunidades.
En la guía se proponen actividades para los estudiantes como, por ejemplo, que ellos acaben una historia que empieza así: "Un día, cuando salían los chicos y las chicas de clase, se les acercaron otros chicos y les dijeron que les regalaban unas pastillas...."
Los agentes también les contarán casos reales y su resolución. Les animarán a contestar algunas preguntas y a que expongan su opinión sobre el relato. Que digan cómo hubieran actuado ellos ante un caso similar.
Sobre el acoso escolar les dirán, por ejemplo, que el papel de silencio y miedo que juegan los alumnos que presencian casos de maltrato y acoso puede afectarles a ellos también. Porque la violencia ante sus ojos "les supone un aprendizaje sobre cómo comportarse ante situaciones injustas y un refuerzo para posturas individualistas y egoístas. Es como un peligroso escaparate para valorar la conducta agresiva". En este capítulo se les da un consejo que cientos de estudiantes de otras generaciones ya han oído: no hagáis a los demás lo que no os gustaría que os hicieran a vosotros.
Y explicarán a padres y profesores cómo distinguir a un chico de una banda latina por los símbolos que adornan su cazadora de cuero o los tatuajes de su piel. O cómo seguir el rastro de las drogas entre las costuras de la ropa o los cambios de comportamiento.
Otra frase reina de la educación: "No hables con extraños". Sólo que ahora hay que cambiar el formato. Se trata de los chateos en la Red. Se pretende que no queden con alguien con quien se contactó por Internet sin que lo sepan los mayores y que estén alertados ante posibles redes de pederastia, violencia o xenofobia. Y ojo con dar el número de teléfono móvil o datos personales.
Para todo lo demás, no será fácil poner puertas al campo. Lo saben los padres y también los profesores. Lo que ahora aprenderán los agentes es que a veces es difícil transmitir a un adolescente los posibles peligros.
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