Un presidente con amplios poderes y con derecho de veto
El inquilino del palacio de Çankaya, la sede de la presidencia de la República situada en una boscosa colina desde la que se domina Ankara, cuenta con unas competencias formales, aparentemente limitadas por la Constitución, aunque en la práctica goza de amplias prerrogativas sobre la vida política de Turquía. Elegido por el Parlamento para un único mandato de siete años, debe prometer acatamiento al "carácter laico de la República", y nombra al primer ministro y al jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.
Su principal misión formal es la de promulgar las leyes, representar al Estado y mediar en los conflictos entre las instituciones, pero cuenta con derecho de veto sobre las leyes aprobadas por el Parlamento y sobre los nombramientos de altos cargos de las instituciones. La Cámara legislativa y el Gobierno controlados por el partido islamista moderado han experimentado en los últimos cinco años la formidable capacidad de bloqueo que posee el palacio de Çankaya.
Su papel arbitral tiene su punto culminante en el Consejo de Seguridad Nacional, un órgano en el que civiles y militares dirimen sus diferencias. Pero es el nombramiento de los altos cargos judiciales, como los magistrados del Tribunal Constitucional que ahora juzgan la validez del proceso de elección presidencial, y en la designación de los rectores de las universidades donde el jefe del Estado hace valer su poder real en defensa del Estado laico y unitario. Tiene también la potestad de convocar elecciones legislativas y referendos y de decretar la ley marcial y el estado de emergencia.
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