Titulos basura
La mala praxis investigadora, de la que me ocupé en Fraudes científicos de baja intensidad (EL PAÍS de 31-10-06), es una lacra rampante del sistema universitario, pero hay otras no menos preocupantes, como la proliferación de titulados incompetentes. La tradicional falsificación artesanal de títulos ha dado paso, Internet mediante, a un activo mercado negro virtual en el que pueden leerse mensajes anónimos del siguiente tenor: "Lo que nuestra Universidad le ofrece es un título que le ayudará a mejorar de empleo, incrementar su renta y alcanzar el respeto que merece. La oportunidad existe debido a un vacío legal que nos permite otorgar títulos discrecionalmente. Obtenga el suyo en dos semanas sin necesidad de exámenes ni de libros". La excepción al anonimato de estas ofertas procede del Randall Institute of Learning, Universidad Virtual privada cuyo lema es: "¡Las aulas están pasadas de moda! ¡Basta de aulas! ¡No construyan más!". La página web del Instituto se abre con un artículo del autor de la perla, un tal Roger Shank, quien firma como director de la School of Education and Social Policy de la Northwestern University, de la que está desvinculado. Aunque tan sólo ha publicado un artículo con factor de impacto durante los últimos 12 años, Shank se declara líder mundial en inteligencia artificial, teoría del aprendizaje, ciencia cognitiva y construcción de entornos de aprendizaje virtuales, y afirma haber sido catedrático en las Universidades de Standford, Yale y Northwestern antes de montar este lucrativo chiringuito de títulos basura.
También contribuyen a la devaluación de los títulos aquellas Universidades que los otorgan a estudiantes insuficientemente preparados para ejercer su profesión, por más que hayan asistido a clase, estudiado e incluso superado los exámenes. Este tipo de fraude de baja intensidad, del que sólo se libran aquellas universidades cuyo prestigio les permite seleccionar a docentes y discentes, se debe a la deficiente calidad de la enseñanza y a la presión sobre el profesorado mediante evaluaciones (exclusivamente basadas en encuestas a los alumnos y tasas de aprobados) que condicionan su continuidad, promoción e ingresos, siendo mayor en las universidades privadas que en las públicas y mayor en el tercer mundo que en el primero, donde las titulaciones suelen ser homologadas o acreditadas. Oscilando entre ambos mundos, México proporciona ejemplos ilustrativos. A pesar de las generosas recompensas del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), son muchos más los profesores pluriempleados que los investigadores, tanto en las universidades privadas (incluyendo las más prestigiosas, como el Tec de Monterrey o la UDLA de Puebla), donde una ley no escrita obliga a aprobar más del 90% de los matriculados, como en las públicas, incluidas las saqueadas universidades autónomas. Nada autónomas son las nueve micro universidades (suman unos 10.000 estudiantes) de la cadena creada por el megalómano gobernador del Estado de Oaxaca Ulises Ruiz, famoso por su interminable conflicto con los maestros. Dirige la franquicia Modesto Seara, ex secretario general del español Partido de Acción Socialista (PASOC) tras la transición, quien es rector oficial de dos de ellas y rector en la sombra de las restantes. Para evitar el pluriempleo, los profesores (y, de paso, los alumnos) están obligados a permanecer en el campus ocho horas diarias, sin estarles permitido asistir a congresos científicos. La publicidad de estas universidades no se basa en la calidad (cuestionable) del profesorado, sino en señuelos como la disciplina: se crean licenciaturas sin profesores doctores pero, eso sí, las minifaldas y las melenas varoniles están proscritas.
Por desgracia, no hace falta ir a desiertos tan lejanos para encontrar profesores presionados, una universidad pública concebida como franquicia, una universidad virtual semipública cuya creación es considerada "innecesaria" por el Consejo de Coordinación Universitaria e incluso una flamante Facultad de Medicina privada cuyos alumnos realizarán las prácticas con los enfermos del Dr. House en un "hospital virtual" pero, eso sí, sólo pensarán "en curar, nunca en matar", según reza la memoria de creación. Otra injuria de una organización, también propietaria de la Cope, que financiamos todos. ¿Hasta cuándo?
Miguel A. Goberna es catedrático de Estadística e Investigación Operativa de la Universidad de Alicante.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.