Olor a tugurio
Diez años después de su única incursión como director de largometrajes, En brazos de la mujer madura, y 11 después de Tierra, de Julio Medem, su última producción, Manuel Lombardero regresa a la gran pantalla con una película de género que hunde sus raíces en el cine negro americano, pero transportándolo a la realidad social española de los millonarios labrados a fuerza de continuos delitos en los que el gran capo nunca parece mancharse las manos. Tuya siempre, ganadora de tres premios en el pasado Festival de Málaga (actor secundario para Nancho Novo, maquillaje y música), tiene atmósfera, credibilidad y un diseño formal tan arriesgado como meritorio.
Lombardero, con la excelente ayuda de su director de fotografía, José Luis Alcaine, y de los responsables de la banda sonora, José Reinoso y Horacio Fumero, transporta al espectador hasta el irrespirable ambiente de ciertos tugurios de jazz, donde el humo de los cigarrillos y el olor a whisky compiten con la erótica de la mirada y el roce de pieles. La fotografía de grano duro compuesta por Alcaine para las escenas de interior otorga a la película ese inconfundible tufo a borrachera nocturna, a desmayada juerga sin mesura trufada de conversaciones sobre lo divino y lo humano. Mientras, la historia del desgraciado que comienza a creerse importante porque hace ciertos trabajos para el mafioso de turno enlaza con el típico pardillo del cine negro; ese que, como el Fred MacMurray de Perdición, se lanzó al fango "por el dinero y por la chica", pero acabó por no conseguir "ni el dinero ni a la chica".
TUYA SIEMPRE
Dirección: Manuel Lombardero. Intérpretes: Flora Martínez, Rubén Ochandiano, José Coronado, Nancho Novo. Género: cine negro. España, 2006. Duración: 82 minutos.
En lo que, sin embargo, no acierta Lombardero es en la dirección de actores.
Así, cada uno parece ir por su lado, en un registro dramático distinto, variando el conjunto entre el presunto naturalismo de uno de los miembros de la banda de jazz, al que apenas se le entiende, y la magnífica interpretación de Rubén Ochandiano, capaz de dar miedo y lástima en apenas unos segundos. Entre medias, la colombiana Flora Martínez, la mujer fatal que arrastra a todos los protagonistas masculinos hacia la perdición, quizá mal llevada por Lombardero, se equivoca con ese registro de corazón partío con la lágrima siempre a punto de caramelo, más propio del culebrón que del cine negro. Es posible que el desenlace sea algo apresurado y que no todos los actores caminen en la dirección acertada, pero desde luego Lombardero ha hecho una película dolorosa, sombría y con un estupendo diseño sonoro y de imagen.
Babelia
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