La conspiración del urinario
Érase una vez que en el baño de caballeros de la Audiencia Nacional de la Casa de Campo ocurrió un hecho de rutina, pero altamente revelador. El servicio está situado en la primera planta, sobre un vestíbulo, antes de dar a otra sala donde hay una máquina expendedora de bebidas. Allí, al menos el 27 de marzo pasado, durante el receso de 20 minutos de la mañana que comenzó a las 12.29 minutos, entró un abogado de la acusación y se encerró en el retrete sin pérdida de tiempo.
De pronto escuchó que entraban otras dos personas. Se colocaron frente a los urinarios. Identificó sin dificultad la voz que hablaba porque cuando estás ocho horas diarias durante tres días por semana en los estrados ya todo es familiar. Era el letrado de una de las acusaciones presuntamente víctimas del terrorismo.
"Lo que han visto las víctimas estos días es desesperanzador", dice Pilar Manjón
-Mira a ver si puedes hacer unas preguntas, ya ves cómo está el presidente [del tribunal]...
Quería decir que Javier Gómez Bermúdez estaba manteniendo a raya las preguntas impertinentes.
A la voz replicó otra. Tiene el sonido y el cuerpo más fácil de reconocer de todos los abogados, fiscales y magistrados que participan en el juicio oral. No hay pérdida. Nuestro abogado acusador se sorprendió. Era un letrado de la defensa de los acusados. Juntos ante el urinario un acusador y un defensor.
-Sí, claro, dime... asintió la voz más conocida del juicio.
El abogado de las víctimas le sugirió, pues, que le acompañase, que le haría una copia de las preguntas. Salieron. La puerta del retrete se abrió. El abogado que allí había seguido el diálogo les siguió hasta la sala de togas. Otros letrados también les vieron. El abogado que representa a un grupo de víctimas le sacó una fotocopia y se la entregó.
Nuestro abogado del retrete puso en conocimiento de algunas partes de la acusación el hecho. La anécdota indica una cosa: la política ha enceguecido a los abogados que dicen representar a colectivos de víctimas y ya son incapaces de ver dónde está la raya moral que les separa de aquellos que defienden a acusados de cometer la masacre del 11-M. La conspiración del urinario, aseguran algunas fuentes, también se extiende a ciertos bufetes donde se intercambian preguntas y se realiza una división del trabajo.
El pasado martes, esos abogados que dicen representar a los afectados por el terrorismo contaron en la sala con la presencia de víctimas reales de la banda terrorista ETA. Tres etarras declaraban a petición de la defensa de Jamal Zougam. Muchas de las víctimas y familiares presentes lloraron. La verdad es que los miembros de ETA fueron una concesión, por así decir, del tribunal a las defensas. Porque no hay en el sumario nada que vincule a esos etarras con el atentado del 11-M. Uno de los magistrados del tribunal, Alfonso Guevara, fue presidente del tribunal y ponente de la sentencia que les condenó. Quizá sepa mejor que nadie que la presencia de dos etarras era procesalmente un hecho forzado.
"Las víctimas están desmoralizadas estos días. Como no pueden viajar en tren a raíz del trauma de la matanza, muchas tienen que tomar cuatro autobuses para llegar hasta aquí. Y lo que están viendo estos tres días es desesperanzador. ¿Qué se está juzgando aquí? Á veces parece que el objeto del proceso penal no son los acusados, sino los bulos y teorías fabricadas durante estos tres años", dice Pilar Manjón, apoyada en uno de los estrados, de pie, a unos centímetros de los abogados de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Y agrega: "Ahora resulta que todos están con el asunto del careo entre Díaz de Mera y García Castaño. Basta de patrañas".
Es verdad. Díaz de Mera, su abogado y el Partido Popular saben cómo urdir la confusión. Fue aquello del que da primero da dos veces. Por eso nada más terminar el martes pasado la declaración del comisario Enrique García Castaño en el juicio, Díaz de Mera dirigió una carta al tribunal y envió copia a algunos medios de comunicación. Solicita ahora un careo.
No es posible que su letrado ignore que los careos son un método en la instrucción sumarial, reproducible en el juicio oral. Aquí, obvio es, no ha habido careo en la instrucción, habida cuenta de que las versiones entre Díaz de Mera y García Castaño no son ni objeto de la investigación ni configuran un hecho nuevo que pudiera arrojar luz sobre lo que se juzga. Se trata, pues, de una cortina de humo en la que el tribunal no picará.
Ayer prestó declaración Abdelkrim Bensmail. Negó que se comiera un papel con direcciones de dos etarras en la cárcel. Pero claro, tiene el derecho de no declarar en este tema contra sí mismo, ya que está procesado, entre otras cosas, por ello.
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