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Columna
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Sarko y la 'grogne'

La grogne, junto a le malaise y en ocasiones la morosité, se ha convertido en los últimos años en un santo y seña, una palabra clave y medio en clave, que significa que algo malo, telúrico y catacúmbico le pasa a Francia. El Petit Robert identifica grogne con descontento, pero como cae cerca de grognement o gruñido, prefiero esta última acepción que es más física, onomatopéyica, gutural. Y este domingo pasado la grogne no sólo no ha impedido, sino que es posible que haya impelido al 84% del electorado a votar en primera vuelta de las presidenciales francesas para enviar a la segunda y definitiva, el 6 de mayo, a los representantes de las dos grandes coaliciones de la vida nacional: Nicolas Sarkozy, por la derecha, con el excelente resultado de un 31%, y Ségolène Royal, por la izquierda socialista, con un 25%, que no desahucia la esperanza.

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Bayrou no apoyará a ninguno de los dos candidatos al Elíseo

Ese sentimiento podía, en otras latitudes y temperamentos, haber provocado una abstención fenomenal; no así en Francia, donde parece como si el electorado tomara la palabra a los dos grandes candidatos, curiosos prospectores de una profunda renovación como si, a su medio siglo cumplido, no tuvieran nada que ver con el mundo actual.

Ha habido, por añadidura, un tercero en discordia, François Bayrou (dígase bayrú, como en su Bearn natal) con un 18%, que se declara con ejemplar tenacidad como el centro del centro, pero que por su carrera es tan politicien como los anteriores. Y la grogne se expresa en su caso aún más directamente, porque se le ha elegido como de vigilante, como síntesis de las dos antítesis rivales, por si el ganador del 6 de mayo no cumpliera sus promesas.

El acopio de sufragios que puede esperar Sarko, si se le agrega el resto de la derecha más el 10% del ultra Le Pen, frisa el 45% o 46%; una contabilidad parecida aplicada a Ségo no hay forma, sin embargo, de que le reconozca más de un 36%, aún sumando todas las internacionales de la cuarta para arriba. De ello debería deducirse que el 18% del bearnés será decisivo. Y como el centro es, a lo sumo, una versión compungida de la derecha, el favorito sólo puede ser el candidato conservador, que con la mitad de los votos de Bayrou, alcanzaría un 54%. Salvo la grogne.

En realidad, el 6 de mayo no se va a celebrar una segunda vuelta, sino una segunda elección. Si en la primera el votante prefiere, en ésta, además descarta. Primero sufraga a favor, y luego, en contra. Y ahí es donde entra el gruñido, que en el caso del ex ministro del Interior -grrr- reúne todas las erres.

Hasta no pocos sarkozystas admiten que el líder del gaullismo sufre de la bulimia del poder, como dice un diplomático francés. El presidente saliente Jacques Chirac, miembro del partido de Sarko, y por ello todo menos amigo, dicen que dice: "Hay que pisotearle; primero porque trae suerte; y segundo porque es lo único que entiende". Y el filósofo Michel Onfray -es verdad que desde la izquierda- afirma en Philosophie magazine, tras un prolongado y rocoso tête-à-tête, que ha discernido en el candidato: "La metafísica de la derecha, el pensamiento de la derecha, la ontología de la derecha"; lo que no sería tan terrible si no fuera porque, según el autor, eso conlleva la creencia en: "La existencia de ideas puras sin relación con el mundo, el mal, el bien, los trabajadores, los perezosos (...) un teatro en el que cada uno interpreta su papel y un destino, o Dios, que lo organiza todo (...) lo genético, lo innato contra lo social y lo adquirido".

Sin ir tan lejos, muchos votantes de cualquier signo son conscientes de que el 6 de mayo se va a celebrar, paralelamente, un referéndum sobre Sarkozy; se va a saber si Francia está preparada para su vértigo nervioso e intolerante, aunque, también, para su entrega de estajanovista al trabajo. Y la gran esperanza de Ségo es que cobre fuerza el expreso TSS (Todo salvo Sarkozy). La elección presidencial adopta con ello una doble naturaleza sobre lo que puede o no puede ser: ¿está Francia -el Estado por excelencia- preparada para instalar en el Elíseo a la metafísica de la derecha? ¿Está Francia preparada para que una mujer asuma la presidencia? ¿Preocupa al elector, si ganara Ségo, dónde tendría que dejar a los niños?

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