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EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España | 11-M

Habla el presidente de la comunidad de vecinos

Antonio Jiménez Barca

Luis llegó vestido con chaqueta azul y el periódico enrollado debajo del brazo. Estaba nervioso cuando entró en la sala. Y más aún cuando se sentó en la silla y el juez, Javier Gómez Bermúdez, le preguntó lo de "jura o promete decir verdad".

- Lo juro.

Luis del Moral, de 60 años, compareció ayer como testigo en el juicio del 11-M para explicar su papel en la tragedia. Un papel aparentemente pequeño. Pero la trama de este atentado, y sobre todo la investigación policial que acabó con la detención de los presuntos culpables, se compone de infinidad de actos minúsculos efectuados por personas que supieron esa mañana y los días posteriores hacer lo correcto cuando les tocó el turno de obrar.

En la furgoneta aparcada en su portal la policía halló una cinta con salmos árabes
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- ¿En qué trabaja usted?, le preguntó un abogado, situado a la espalda del testigo. Luis dobla el pescuezo y mira para atrás, hacia el asiento del que pregunta. Prefiere verle la cara porque no oye muy bien.

- Pues ahora soy jubilado. Era ferroviario.

- ¿Qué era usted el 11 de marzo?

- El presidente de la comunidad de vecinos de un portal de Alcalá de Henares. Que conste que ya no lo soy. El cargo es rotatorio.

- ¿Y qué pasó esa mañana?

- A las 10.30 salí a la calle. Y el portero me dijo que había visto muy temprano a unos hombres con pintas raras bajarse de una furgoneta que estaba aparcada enfrente de nuestro portal. Entonces me dirigí a la estación de Alcalá, que está muy cerca de nuestra casa, a 330 metros. Me acerqué a un policía y le comenté lo que me había dicho el portero.

- ¿Y qué le dijo el policía?

- Pues que me fuera para mi casa, que vendrían más tarde a verme. Me solicitaron la dirección. Un rato después vinieron. Les repetí lo que sabía, y me pidieron que les aportara más datos. Yo les contesté que el que tenía más información era el portero. Y bajaron a hablar con él.

No hubo más preguntas. El juez le dio las gracias. Luis se levantó y salió a la calle, con su periódico enrollado bajo el brazo.

En la furgoneta Renault Kangoo blanca que los terroristas dejaron aparcada en el portal de Luis la policía hallaba poco después una cinta con salmos árabes y, debajo del asiento del copiloto, una bolsa con varios detonadores.

Se convertía en la primera prueba firme de la investigación del atentado más importante de Europa. Fue la punta del hilo del que tirar. Un hilo que un presidente de una comunidad de vecinos se preocupó de colocar en las manos de la policía.

Luis del Moral sale del edificio de la Casa de Campo donde se sigue celebrando el juicio de los atentados de Madrid. Hay otro testigo declarando. El ex ferroviario, nacido en Jaén, criado en Sevilla y afincado en Madrid desde los años setenta, está contento. Y tranquilo.

"Tenía nervios porque me daba no sé qué pensar que podía verme toda España. Pero bueno, tampoco ha sido muy difícil lo que tenía que responder", comenta sonriendo, a las puertas del edificio.

"El juez me ha parecido muy amable. Aunque a lo mejor es que ya, de tanto verlo en los telediarios, se me ha hecho muy familiar", añade, con otra sonrisa.

Después pregunta dónde queda el metro de Príncipe Pío.

- O mejor el tren, la estación de tren, que yo he sido ferroviario.

Luego sonríe de nuevo, saluda y se marcha satisfecho. Al venir a declarar ha hecho lo correcto. Como la mañana en la que le tocó jugar su pequeño papel en esta inmensa historia. Y lo supo hacer bien.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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