El fantasma de 2002 recorre los barrios de París
El pase de Le Pen a la segunda vuelta hace cinco años marca el proceso electoral
Los barrios de La Goutte d'Or (La Gota de Oro) y Belleville, en el noreste de París, concentran desde hace décadas gran parte de la historia de los inmigrantes del Magreb y del África subsahariana en Francia. Pero el hecho de que sus calles estén cubiertas de una densa pátina literaria, a través de Michel Tounier o Roman Gary, no significa que sean menos duras. En la esquina de los bulevares Barbes y La Rochechouart, justo a la salida del metro, se encuentran los grandes almacenes Tati, epicentro del París étnico, cosmopolita y popular, y un poco más allá se extienden las callejuelas de La Goutte d'Or, con sus infraviviendas y sus rincones de sombra, donde el proceso electoral se ve con lejanía, pero también con desconfianza y con cierto temor.
"Sería inconcebible que volviese a ocurrir", asegura un joven de origen magrebí sentado ante un té en uno de los muchos cafetines árabes que proliferan en el barrio. Hace referencia a algo que todo el mundo tiene en mente en Francia ante la primera vuelta de las elecciones presidenciales que se celebran mañana: que vuelva a repetirse el desastre del 21 de abril de 2002, cuando el ultraderechista Jean-Marie Le Pen logró pasar a la segunda vuelta junto al presidente, Jacques Chirac, desbancando al socialista Lionel Jospin.
"No creo que pueda repetirse. Nos dejaría sin esperanza", tercia otro de los jóvenes sentados en el café. "¿Por qué no una segunda vuelta entre Ségolène y Bayrou?", agrega un tercero refiriéndose a la socialista Ségolène Royal y al centrista François Bayrou, que hoy por hoy es el que tiene más posibilidades de dejar fuera al PS en la segunda vuelta. "Ni Le Pen ni sus ideas. Resistamos", puede leerse en un cartel pegado en la pared de un centro juvenil de La Goutte d'Or.
El llamado fantasma del 21 de abril ha marcado todo el proceso electoral: el aumento en el número de votantes, los discursos en los mítines, los comentarios en la prensa. Menos el ultra Le Pen, que no se ha cansado de reiterar que la sorpresa se repetirá, todo el mundo coincide en que un país como Francia no puede volver a permitirse un cataclismo similar. Pero nadie pone la mano en el fuego. En el extraordinario documental En la piel de Jacques Chirac, obra del cómico Karl Zéro, aparece una imagen de Jospin a dos días de la primera vuelta de 2002 en la que un periodista le pregunta sobre la posibilidad de quedarse fuera. Jospin sonríe y responde: "Vamos a hablar de cosas serias". Muy pocos lo esperaban entonces como muy pocos lo esperan ahora.
"Sigo traumatizado por el resultado del 21 de abril", ha dicho el actor Philippe Torrenton, protagonista de alguno de los mejores filmes de Bertrand Tavernier, que ha participado en la campaña de Ségolène Royal. "La sorpresa de lo ocurrido en 2002 está siempre en el horizonte de los votantes", señala la socióloga Guénaëlle Gault, directora de estudios en el departamento de estrategias de opinión de TNS Sofres.
"El 22 de abril de 2007 no debe, no puede, parecerse al 21 de abril de 2002", escribe Le Monde en su primera página de su edición de ayer.
"Un espectro recorre las presidenciales: el fantasma del 21 de abril", ha señalado en su portada el diario de izquierdas Libération, que hizo una encuesta sobre el tema en la que el 78% de los franceses estimaba que sería malo para la imagen internacional de Francia, un 72% que sería negativo para su situación personal y un 70% para la democracia.
Sin embargo, muchos de los factores que propiciaron el desastre de 2002 están sobre la mesa: Le Pen se mantiene enquistado en la sociedad francesa y no baja del 10% en unas encuestas que le dan más votos que hace cinco años y hay siete candidatos a la izquierda de Royal, algunos rozando el 5%, como el cartero de 33 años Olivier Basancenot.
La identidad nacional y sus símbolos han sido uno de los grandes temas de una campaña en la que también han tenido su peso las revueltas de los suburbios del otoño de 2005 y el deterioro de la seguridad en algunas zonas donde la república está ausente.
En la esquina entre los bulevares Belleville y La Villete y la calle Belleville, un grupo de militantes socialistas se emplea a fondo para repartir propaganda electoral a la caída de la tarde. "El electorado popular de estos barrios parisienses no tiene ninguna gana de repetir la experiencia", explica uno de los militantes. Todos aseguran que una reedición de 2002 sería inconcebible, pero también que no pueden quitarse el fantasma del 21 de abril de la cabeza.
A pocos metros, enfrente de un colegio que ocupó recientemente las portadas de la prensa francesa, porque un abuelo inmigrante irregular fue detenido por la policía y deportado cuando iba a recoger a su nieto a la escuela (que se utilicen las escuelas para detener y expulsar a inmigrantes es algo que ocurre bastante en este país y que ha provocado numerosas protestas populares), se encuentra una sinagoga y varios restaurantes de judíos tunecinos, con nombres como La Goulette. "El futuro del pueblo francés depende de lo que ocurra el domingo", explica el rabino Claude Azoulai, antes de entrar en el centro religioso, y agrega: "Me parece muy difícil que vuelva a pasar, pero todo es posible porque los franceses están también cansados del aumento de las agresiones".
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