El pederasta condecorado
El alemán que busca la policía en Galicia como sospechoso de 116 abusos a menores actuaba como un benefactor en Vila Nova
Ulrich Schulz, de nombre artístico Oliver Shanti, tiene la medalla de Vila Nova de Cerveira, la localidad portuguesa en la que residió desde mediados de los 80. El músico chill out ahora perseguido por las policías europeas como líder de una secta sospechosa de 1.000 abusos a menores (116 protagonizados por él mismo), conquistó el afecto de todos y el título de hijo predilecto a golpe de talonario.
En el centro de Vila Nova se levanta la escultura de un ciervo. Es una de tantas, porque los ciervos, en esta villa nueva que se apellida De Cerveira, presiden promontorios y rotondas. Pero esta pieza tiene algo de particular: se la regaló al pueblo ese alemán que, hasta que la policía germana lo convirtió en proscrito, vivía en una gran mansión, con su comunidad de jóvenes rubios, en la ladera de Loivo.
Subvencionaba las fiestas, ayudaba a los enfermos y a muchos les costeaba las facturas
Los Bombeiros Voluntarios muestran las cinco ambulancias que Shanti les regaló. Cuando se les pregunta por el presunto pederasta, bajan la cabeza. Prefieren no pronunciarse acerca de un hombre al que veneran, porque sobre él, como el resto de los vecinos, no tienen más que buenas palabras: "Era un hombre humilde. Venía con la ambulancia y nos entregaba las llaves como si tal cosa. Sin darle importancia".
Aunque apenas chapurreaba el portugués, Shanti se ganó a la gente con sus acciones pías y sus donaciones en metálico. Subvencionaba las fiestas y ayudaba a los enfermos: a un chico que se quedaba ciego le pagó la operación en Alemania, a otro vecino le compró una silla de ruedas motorizada, a otros muchos les costeaba las medicinas, la comida, las facturas y hasta los electrodomésticos.
Pese a que la prensa lusa, salvo raras excepciones, no ha difundido la noticia de la orden de busca y captura, los vecinos ya la conocen y no la discuten, pero han decidido correr un tupido velo. Saben que Shanti es ahora un fugitivo y que cualquier información sobre su paradero se recompensará con 3.000 euros, y aún así siguen defendiéndole: "Era tan amable, tan generoso... Quería a todo el mundo. Los chicos de aquí eran amigos de sus hijos. Iban a su casa a merendar". A nadie le extrañaba la cantidad de niños y adolescentes que, sin ser hijos del músico, vivían bajo su techo.
Oliver Shanti posee un patrimonio espectacular en Vila Nova. La vista no alcanza los límites del Casal San José, una finca insistentemente decorada con leones indios y símbolos del sol naciente, que alberga varios edificios, invernaderos, cuadras con caballos, un buen puñado de roulottes y autocaravanas, cenadores y jaulas pobladas de pájaros exóticos. Sobre el elevado muro de piedra, boj y glicinias, sobresale una fronda de frutales en flor, magnolios, camelios, cedros y palmeras.
Pero ésta no es la única propiedad de Schulz: el corpulento alemán de barba blanca también es dueño de la mansión de enfrente -construida, igual que la otra, sobre un gran terreno en estilo barroco portugués- y de más fincas en Loivo que utilizan los adeptos para aparcar sus vehículos extranjeros en los largos períodos que pasan en el Casal San José.
Nadie en el pueblo se ha planteado de dónde salió este patrimonio, ni las sustanciosas donaciones, aunque todos aseguran que el dinero, a Shanti, le vino de la música. No tocaba en directo, pero vendía y vende (a 18 euros) muchos discos de música new age, ambient, oriental y relajante. Además, poseía en Suráfrica una productora, Scorpio Music, que representaba a otros artistas. Shanti era un rey mago para todos, y ya se sabe que no es bueno preguntarse quién se esconde, en realidad, detrás de los reyes magos.
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