La derechización del mundo
Uno de los más agudos pensadores españoles de lo social, el profesor Tierno Galván, nos hizo ver que la realidad no es algo en lo que estamos, sino un entramado natural-social que producimos como resultado de nuestro existir. Ese resultado, en la sociedad mediática de masa, es obra, sobre todo, de los medios de comunicación. El ámbito electoral no escapa a la regla. Prensa, radio y el incesante martilleo de la televisión, empujados por los sondeos, construyen una realidad que no es reproducción de lo sucedido ni anticipación de lo que va a suceder, sino la materia misma del suceso, es decir, el acontecer electoral organizado según las pautas dominantes. Entre ellas y de manera inesquivable, la derechización actual del mundo.
Lo acontecido en la estación del Norte de París el pasado 27 de marzo y los relatos, textual e icónico, que nos han transmitido, lo han constituido en su realidad mediática, es decir, definitiva. A las cuatro y media de la tarde de ese día, alguien intenta colarse en el metro de dicha estación sin billete. Se trata, nos dicen, de un adolescente perteneciente a una minoría de color, que entró clandestinamente en Francia, en la que vive sin residencia fija, sin trabajo y sin documentación, al que la policía intenta detener pero al que protegen y con el que se solidarizan los pasajeros que están en ese momento en el lugar en el que se intenta practicar la detención. El forcejeo inicial se convierte pronto en enfrentamiento violento y los contendientes aumentan por ambas partes con la llegada de numerosos jóvenes de color y de nuevos contingentes policiales. La algarada en este monumento ferroviario, la mayor estación de Europa, que tiene vocación de laberinto, encuentra en sus tres plantas, en sus múltiples escaleras, corredores y andenes, en su incesante movimiento de trenes, en su masa de viajeros, en sus innumerables recovecos, en la turbamulta de salidas y llegadas el escenario ideal para cualquier revuelta, a la que se incorporan los medios de comunicación con su redundancia y sus hipérboles.
Lo que parecía una confrontación se transforma a manos de los informadores en motín vandálico, en insurrección incontenible de la juventud marginal. Y las roturas de escaparates, los robos y destrozos de las tiendas que se encuentran en el perímetro de la refriega, el tumulto como medio de afirmación colectiva de las pandillas que han ocupado el vestíbulo central y los rumores que nadie sabe de dónde vienen, pero que han puesto los ánimos al rojo vivo: "La policía, en una carga, le ha roto los dos brazos a una niña negra"; "un mendigo al que le han dado una paliza está agonizando en la puerta del banco que está junto al restaurante". Es casi medianoche y oigo la radio de información continua que repite que "siguen llegando a la estación del Norte grupos de jóvenes de los barrios periféricos que lo rompen todo".
No importa que este relato corresponda más o menos a lo acontecido (de hecho, la persona que intentó colarse y desencadenó todos los sucesos no fue un adolescente de color, sino un blanco de 35 años que había entrado legalmente en Francia y disponía de documentación válida; no hubo niña con los brazos rotos ni mendigo agonizando y a medianoche no había zafarrancho alguno porque hacia las nueve todo había terminado). Lo importante es que la realidad mediática que existe por sí misma había devuelto al tema de la seguridad la posición central de la campaña, lo que supuso tres puntos más para Nicolas Sarkozy en las intenciones de voto. ¿Fue todo ello resultado de una confabulación de los medios controlados por los grandes grupos económicos favorables al candidato de la derecha? Frente al simplismo de esta hipótesis conspiratoria, la explicación más convincente es la convergencia entre las determinaciones estructurales, en este caso la lógica mediática, con las dominantes ideológicas, el ultraderechismo con sus temas de predilección: el miedo al desorden y la amenaza de la inseguridad. Convergencia que hace de la resistencia ideológica a la ola derechizadora la única alternativa posible.
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